– Cuales son los instrumentos de las buenas obras. (4)
Con este capítulo entramos en lo que se puede llamar código ascético de la RB. Una regla monástica, no es un tratado de ascético-mística. No hay que buscar por tanto en la RB grandes disquisiciones sobre vicios, virtudes, oración, contemplación.
Para todo esto, S. Benito remite en el capítulo 73, a la Escritura, a los Padres, a las obras propiamente monásticas.
Pero más o menos, con mayor o menor claridad vivifica todo el código benedictino, una sabia espiritual de gran riqueza. Y esto no solo en el prólogo que como ya vimos, es una catequesis, sino en capítulos que a primera vista están ajenos a la orientación espiritual, como cuando trata del mayordomo.
El cuerpo propiamente ascético, considerado por la tradición como la ascética benedictina lo forma un grupo de cuatro capítulos, dedicados íntegramente a disponer una serie de directrices ascéticas y doctrinales sobre virtudes consideradas como básicas en la vida del monje.
El cap. 4, sobre los instrumentos de las buenas obras, el 5 sobre la obediencia, el 6 sobre la taciturnidad y el 7 sobre la humildad.
El cap. 4 simple catálogo de máximas morales, que salvo excepciones no ocupan más de una línea, tiene apariencias de un bloque errante. Con todo, un examen detenido prueba que no sólo parte de su contenido doctrinal se encuentra en el cap. 5, 6, y 7, sino que forma con ellos una unidad literaria. Los prepara y hasta cierto punto anticipa su doctrina. Se ha podido decir que los cap. sobre la obediencia, la taciturnidad y la humildad, no hacen más que elaborar y desarrollar ciertos instrumentos de las buenas obras.
También tenemos que resaltar, que la doctrina de estos capítulos, tal como nos lo presenta S. benito, está muy relacionados entre sí. Así la obediencia es el primer grado de humildad, la taciturnidad, habito del silencio y parquedad en el hablar, bajo uno de sus aspectos esenciales, implica humillarse y hablar con el superior con toda humildad. Y una de las máximas fundamentales es que hablar y enseñar corresponde al maestro y corresponde al discípulo callar y escuchar. Lo cual está relacionado con la obediencia, ya que la atención silenciosa a la palabra de Dios trasmitida por el abad, tiene por objeto ponerla en práctica sin demora.
En la escuela de la humildad, finalmente, descrita en el cap. 7 habla de la renuncia de la propia voluntad para abrazarse con la obediencia, constituye el tema revelante de los cuatro primeros grados y es como el meollo de la doctrina expuesta en el tratado. Mientras la taciturnidad aparece ya en el grado 4º y constituye la materia propia del grado 9º, 10º y 11º.
La trilogía benedictina de obediencia, taciturnidad y humildad forman un bloque compacto.
Pero seria un error considerar estas tres virtudes monásticas como si tuvieran el mismo valor. La humildad destaca netamente sobre las dos primeras.
En términos generales la humildad en su sentido amplio y profundo, (es como la que entiende la RB con toda la antigüedad cristiana), es la virtud madre y la obediencia y taciturnidad son sus hijas.
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