– Y después, no matar. (4,3)
Nos detenemos un día más en este instrumento considerando la espiritualidad que hay debajo de la letra material del precepto.
Así podemos considerar que relativamente, el escándalo es más culpable que el homicidio y más fácil de caer en él.
Si arrebatar la vida del cuerpo es un crimen terrible, también es terrible y en ciertas ocasiones aún más el escándalo que arrebata la vida del alma o la perjudica.
La vida del cuerpo es un bien temporal que algún día la muerte arrebatará. La vida del alma es un bien sobrenatural y eterno, superior a todos los bienes de este mundo.
De aquí las terribles amenazas del evangelio:”Desdichado el mundo a causa de los escándalos” y “desdichado aquel por el que viene el escándalo” y el mansísimo Jesús da la siguiente sentencia:”merece que se le ate al cuello una piedra de molino y se le precipite al fondo del mar”
Jesús, que es la dulzura misma, que recibió con amor a la pecadora, a la adultera, parece que no tiene un anatema más fuerte que lanzar contra el autor de los escándalos.
Y es que el que escandaliza, realiza la obra del demonio, destruye la obra de Cristo, le arrebata las almas que tan penosamente ha rescatado con su preciosa sangre.
Por otra parte, el escándalo es fácil de cometer. No consiste en corromper maliciosamente al hermano para llevarle al mal. Este escándalo es el que podemos llamar diabólico. Pero hay otros escándalos, así una conducta desarreglada es para el prójimo una incitación hacia el mal. La sola omisión de un deber, puede escandalizar mucho y causar un gran mal. Viviendo en comunidad, nuestras irregularidades pueden revestir la malicia del escándalo aunque no lo propongamos explícitamente. Lo mismo que todos nuestros actos de fidelidad, revisten el mérito del buen ejemplo. Desgraciadamente, el mal ejemplo tiene una influencia mayor que los buenos ejemplos.
¡Cuanto mal pueden hacer en comunidad las quejas, las murmuraciones, las faltas de caridad! Que triste influencia pueden tener las frecuentes faltas a la regla, sobre todo si son cometidas por monjes ancianos.
Nunca podremos evitar todos los malos ejemplos, dada nuestra fragilidad humana. Hemos de tener el cuidado necearlo para evitar el escándalo de los débiles y fariseos que ven pecado donde no lo hay.
Debemos velar sobre nosotros mismos para no destruir con nuestra influencia y descuido el trabajo que el Señor está realizando en el interior de nuestros hermanos.
Tiene más influencia los malos ejemplos que los buenos, debido a la fragilidad humana inclinada siempre a lo fácil.
El escándalo es difícil de reparar. Hay que repararlo y es una obligación grave hacerlo, como se está uno obligado a reparar los daños materiales que pueda hacer.
Pero cuan difícil es esta reparación. Como reparar por una chispa arrojada en el pajar, cuando todo está ardiendo.
En alguna ocasión quizás se podría oír a algún religioso que gimiendo dice: ¡Que desgracia tuve cuando conocí a tal persona! El me ha desviado o entorpecido en el buen camino.
Las amonestaciones, el buen ejemplo, difícilmente pueden reparar eficazmente la influencia que los malos ejemplos han tenido para destruir y pervertir.
Como es tan difícil de reparar el escándalo, hay que vigilar para que con la gracia de Dios, ni con las palabras, ni con las obras demos ocasión de tropiezo al hermano.
Con los buenos ejemplos y lo que es más valioso, con nuestras oraciones, hay que tratar de ayudar a los hermanos, rogando a diario por aquellos que con nuestro mal ejemplo, hemos podido dañar.
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