– Ante todo amar a Dios. (4,1)
En días pasados hemos comentado algunos motivos para estimularnos en el amor a Dios, crecer en el amor. El primer motivo que comentamos era porque es nuestro Señor y Dueño. Ayer hablamos del segundo motivo, el mandamiento del Señor. Ahora vamos a recordar un tercer motivo, que podemos sintetizar en la frase, “El es la belleza, la bondad y felicidad infinitas, El es nuestro Dios”.
Dios es la belleza infinita. Donde quiera que se encuentra la belleza, atrae nuestro corazón: una historia bella, una poesía bella, una pintura bella. Y esta belleza de las criaturas, nos trasporta como fuera de nosotros.
¿Y qué son todas las bellezas de las criaturas al lado de la belleza de Dios? Las criaturas no tienen más que una sombra de su belleza. Solo Dios tiene la belleza perfecta, infinita. El es la fuente única de toda belleza creada, como un débil rayo de luz, deriva del sol. Todos los géneros de belleza, encuentran en Dios su realización infinita. Esta es la causa de que en el Cielo estaremos en un arrobamiento perpetuo y sin límites.
La infinita belleza de Dios es lo que con frecuencia ha arrebatado fuera de si a los santos. Dios les hace entrever aquí abajo algo del maravilloso cuadro que contemplaremos en el Cielo, cuya belleza embriaga a los bienaventurados.
Y junto con la belleza, podemos fijarnos en la bondad de Dios. La bondad es la cualidad de un ser que le hace experimentar la necesidad de de darse. Bonum est ens diffunsivum sui, dice Sto. Tomas.
Donde vemos la bondad desinteresada, no podemos menos de amarla y admirarla. A veces nos equivocamos ante la abnegación, solo aparente de las criaturas, que no es con frecuencia más que puro egoísmo. Y si amamos a alguna, consciente o inconscientemente, es porque hemos creído ver en ella la bondad.
En Dios la bondad no es ni engañosa, ni limitada. Es la bondad misma, la bondad infinita. El se da a todos, se dan sin medida, seda por toda la eternidad.
La historia del hombre sobre la tierra no es más que la historia de Dios dándose a las criaturas. No necesitamos leer la historia del Pueblo de dios, ni volver a leer las maravillas de la redención, para comprender que Dios es infinitamente4 bueno. Nos basta leer nuestra propia historia. ¡Cuantas veces y de cuantas maneras, se nos da Dios todos los días! ¿No nos entregaremos al que así se ha entregado por nosotros?
Dios era la felicidad infinita. Tenemos una sed insaciable de felicidad y la perseguimos por todas partes.
No está el mal en buscar la felicidad, ya que Dios nos ha creado para ser felices, sino buscarla donde no está.
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