198.- Oír con gusto las lecturas santas. (4,56 o 55)

publicado en: Capítulo IVa | 0

Comenzamos como una segunda parte de los instrumentos   que presenta una característica bastante diferente. A partir del instrumento 44 es como un programa de ascesis. Este plan de ascesis de esfuerzo  personal, enteramente fundamentado en la  ayuda de la gracia de Dios, se completa con otras máximas como  la que  hoy comentamos, oír con gusto las lectura santas, y seguirá con la exhortación a la oración frecuente, a la compunción…
Las lecturas santas son el alimento de nuestra inteligencia. Actualmente es evidente su necesidad, así lo disponen las Constituciones y las directrices de la Iglesia,  que nos exhortan y manifiestan la necesidad de los estudios en los monjes. Dejamos de lado toda la polémica sobre este tema entre Rance y Mabillon. Los labios del sacerdote deben custodiar la ciencia y de su boca  esperarse el conocimiento de la Ley. Malaquias 2,7.
Pero no hay que olvidar que la ciencia por excelencia es  el conocimiento y amor de Dios y todos los estudios y lecturas del monje   están orientados a  este fin. Pero mal orientados  pueden ser más bien un veneno que  excite el orgullo y de muerte a la humildad.
En el capitulo 73  indica S. Benito los principales libros que a su juicio y en su época, tiene que estudiar con preferencia el monje: la Sagrada Escritura, los santos Padres,  los escritos de los Padres del Desierto, las enseñanzas y vida de los santos. Y por supuesto la Regla de S. Benito que quiere que se lea con frecuencia en comunidad, para que nadie se excuse de ignorancia. Por tanto todo libro de espiritualidad que sea serio y  lleve al monje a conocer y amar a Dios.
Las lecturas santas son un estimulante para nuestra voluntad. La fuerza nace en la voluntad a medida que se hace luz en la inteligencia. Nuestra voluntad se debilita rápidamente  cuando disminuye la luz den la inteligencia, y llega a extinguirse poco a poco bajo el soplo de las criaturas y de las pasiones.
Si queremos reanimar nuestra voluntad, es necesario llevar nuestra inteligencia a las fuentes de la luz. Y esa luz no la encontraremos en lecturas profanas, sino en la Sagrada Escritura, en sus comentarios, en  los tratados de los santos Padres y maestros de espiritualidad. Aquí encontraremos luz y fuerza.
El Verbo de Dios que vino a este mundo, está oculto en las Sagradas Escrituras y ese Verbo de Dios, verdadera luz,  es una palabra viviente y eficaz.
Leer atentamente la palabra divina, meditarla, dejarnos penetrar por ella como espada de dos filos, que divida los movimientos del espíritu de los de la carne.
Ojala que siempre podamos decir después de una santa lectura, lo que los discípulos de Emaus.”¿No se abrasaba nuestro corazón, mientras nos hablaba y explicaba las Escrituras?
Tenemos necesidad de consuelo en nuestra vida monástica, ¿Dónde  lo encontraremos? Triste sería ver al monje  contemplativo buscar ese consuelo en ocupaciones infantiles, en estudios profanos, en la lectura de revistas frívolas. ¿Quién puede consolar y fortalecer nuestro corazón, sino el que lo ha hecho y conoce sus necesidades? Si necesitamos  recreadnos y consolarnos, vayamos a Dios, busquémosle en lecturas santas. En El encontraremos el consuelo  pleno. Así lo dice Pablo en Rom 15,4: En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado,  se escribió para enseñanza nuestra para que con la paciencia y el consuelo que dan las escrituras, mantengamos la esperanza.
Cuanto conforta la lectura, de una pagina del evangelio en momentos de sequedad. Cierto que hay que romper en un primer momento una repugnancia que el demonio nos inspira  para esa clase de lecturas en los momentos de desolación.
Cuanta verdad encierra  lo que dice la Imitación: Cuando Jesús está presente, todo es bueno y no parece cosa difícil. Mas cuando está ausente todo es duro.  Cuando Jesús habla una sola palabra, gran consolación se siente. Oh, bienaventurada  hora cuando Jesús llama de las lágrimas, al gozo del espíritu. Cuan duro y seco eres sin Jesús. Estar sin Jesús es grave infierno, estar con Jesús es dulce paraíso. Si Jesús está contigo, ningún enemigo podrá dañarte. El que halla a Jesús halla un gran tesoro, el que pierde a Jesús  pierde mucho y más que todo el mudo. Pobrísimo es aquel que vive sin Jesús  y riquísimo el que esta  bien con Jesús.  Muy grande arte es  saber conversar con Jesús, y gran prudencia saber tener a Jesús. Se humilde y pacífico, y será Jesús contigo. Se devoto y sosegado, y permanecerá contigo Jesús.
 Las santas lecturas nos llevan a un encuentro con Jesús.

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