179. Vigilar la conducta.

publicado en: Capítulo IVa | 0

– Vigilar a todas horas la propia conducta. (4,48)

Por un día más y último reflexionamos sobre este instrumento tan importante. ¿Cómo llevarlo a la en la práctica?
Hemos de tratar  de vivir bajo la mirada de Dios Padre y desplegar ante El  toda  nuestra vida y acción, tratando de percibir la acción del Espíritu en nuestro corazón.
El camino para llegar a esta meta será el recuerdo incesante de la acción del Espíritu en el alma y situarse en perfecta disponibilidad, estando dispuesto a todo lo que el Señor quiera de nosotros.
No se trata por tanto de una mirada hacia atrás, sino de una prospección hacia delante, con el deseo de que todo sea purificado.  No se trata de hacer un examen al modo de un  comerciante que hace su balance anual.
 En un mismo instante trataremos de conciliar la actitud interna de acción de gracias con  la petición de luz.  Se trata de que en cada momento estemos echando una mirada sobre nuestra vida, no para quedarnos en contemplación de nuestro “yo”, sino para unirnos al Señor que actúa en nosotros. Petición de fuerza, pues sin la gracia no podremos unirnos como connaturalmente con El.
Lo nuestro es buscar,  pedir, amar y esperar. El encontrar depende del Espíritu.  Y la mirada sobre nosotros mismos es para discernir lo que Dios me está pidiendo en cada momento.  Es una actitud de atención, de escucha  y de receptibilidad, que precisa tranquilidad interior y paz.
La oración afina nuestro oído para escuchar la voz del Señor. Existen decibelios  que vienen del cielo, y que los oídos si están habituados al ruido, no oyen.
Como con  frecuencia podemos constatar que nuestra actividad se ha impuesto a la del Espíritu,  y que ya no es una respuesta. Al descubrir esta situación brota una petición de perdón.
Si estamos como quiere Benito vigilantes sobre nosotros, nos daremos cuenta que hay cosas que tienen que cambiar en nuestra vida y estaremos más atentos a la voz del Espíritu, de tal manera que su eco llegue a lo más profundo del ser.”Que la palabra de Dios te penetre hasta las junturas y médulas.”  (Heb. 4,12)
Un anciano hermano nuestro decía:” Dios lo hace todo…pero depende de mí el que lo haga”. Es el consentimiento a la acción de Dios que siempre nos está rodeando.
Estamos invitados al banquete de la unión con Dios. No busquemos excusas. Cristo   condena, no a los débiles, sino a los  que encuentran excusas para escabullirse. Quizás no decimos”no”, pero tampoco “si” enseguida. Y si decimos “mañana” de hecho estamos diciendo “no”. El amor no discute nunca, dice siempre “si”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.