En esta serie de instrumentos que estamos considerando estos días, este es el único en el que no sabemos en concreto su fuente bíblica o patrística.
En la Escritura encontramos muchas referencias al sueño. Es un elemento necesario y misterioso de la vida del hombre y ofrece un doble aspecto: el reposo que regenera al hombre y el estar sumergido en la noche tenebrosa. Es fuente de vida y figura de la muerte. De aquí los diferentes significados metafóricos.
El hombre en virtud del ritmo puesto por el Creador, está sometido a alternancia de la vigilia y del reposo. Es también signo de confianza y abandono. Suave es el sueño con el que reposa el trabajador (Ecle 5, 11) y motivo de compasión de aquellos que por enfermedad, mala conciencia o preocupaciones son víctimas del insomnio. (Ecle. 31,1 s)
El justo que en sus vigilias medita la ley, (Sal. 1,2; Prov.6, 22) y graba la sabiduría en el corazón (Prov. 3,24) se duerme en paz en cuento se acuesta (Sal. 3,6; 4,9) tiene confianza en la protección divina.
En plena tempestad, Jesús no se turba, duerme. Simboliza la plena confianza en Dios.
Es tiempo de la visita de Dios. Por una circunstancia que no es fácil determinar, quizás porque el hombre dormido no ofrece resistencia, el tiempo del sueño se considera como el tiempo propicio para la venida del Señor. Así Dios para obrar a su guisa envió un profundo sueño a Adán para modelar a la mujer. Abraham inquieto le introduce en el sueño para sellar con él una alianza (12, 2- 12), y en las tinieblas surge el fuego divino. En el sueño manifiesta a Jacob, su presencia misteriosa y a los dos Josés sus designios misteriosos.
Pero también el sueño significa los peligros nocturnos. El perezoso que no termina de salir de la cama, está condenado a la indigencia (Prov. 6,6-1 1) El sueño de Jonás es por estar fuera de los planes de Dios y cuando Elías se duerme bajo la retama, lo hace a consecuencia del desaliento. Entonces el sueño manifiesta que uno está entregado al pecado. Así también es el sueño de los discípulos de Jesús en Getsemani. No comprenden la hora inminente y que se desolarizan de Jesús. Así se ve a Jesús completamente solo en la obra de la salvación, entonces como con frecuencia hoy. Velad, dice Jesús a sus discípulos dormidos.
El monje no es ya un es un ser de la noche (1 Tes. 5,6) Ya no duerme, pues ya no tiene nada que ver con el pecado ni con los vicios de la noche. Está en vela, sin dormir, esperando el retorno del Maestro. Y si en la tardanza del Esposo en venir, se duerme como las vírgenes prudentes, tiene por lo menos su lámpara provista de aceite. Las palabras de la Esposa del Cantar adquieren un sentido nuevo. Yo duermo, pero mi corazón vela.
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