Con este instrumento se comienza una nueva sección constituida del mismo modo que la anterior. Después de hacer un llamamiento a la renuncia, (20), para seguir a Cristo (21) siguen una serie de máximas concernientes a la convivencia con los hermanos, que es el ambiente donde se da el seguimiento de Cristo en una vida monástica. Más concretamente en el mantenimiento de las relaciones fraternas mediante la mortificación del apetito irascible, evitándo la cólera, el resentimiento, la venganza, etc. (Del 20 al 33)
Este instrumento tiene que ser interpretado y vivido desde una visión distinta de la expuesta por S. Benito y en muchas otras épocas posteriores, aunque el contenido o finalidad es la misma.
Ahí tenemos todo el trabajo actual de las Conferencias Regionales para el próximo Capitulo general para redactar de una manera más comprensiva la Constitución 29. Usando unos términos más positivos y dinámicos. Pero como reconocen algunas conferencias, no podemos abandonar totalmente el lenguaje tradicional, ni imponer a toda la Orden el lenguaje de una cultura o de una Región.
Se intenta hablar más que de separación de soledad monástica. Después estará la interpretación más o menos estricta que se haga de los términos de esta constitución. Las carmelitas de León no permiten ninguna correspondencia, ni siquiera espiritual a la postulante o novicia.
Jesús llama a un joven para que le siga y este le pide primero ir a enterrar a su padre. Jesús le contesta con esa frase que ha sido interpretada de una manera fundamentalista por mucho tiempo y aún lo es en algunos ambientes de que “los muertos entierren a sus muertos.”
Ciertamente que en alguna época se vivió esta separación de un modo que actualmente no comprendemos. Los monjes del tiempo de la reforma de la Trapa y durante mucho tiempo después, no se enteraban ni de la muerte de sus padres. ¿Se puede comprender como el 8 de setiembre de 1936 estuvieran los monjes de Viaceli en el coro cuando los detuvieron?
El estar muertos a las nuevas del mundo no ha de ser interpretado como que no nos interesen sus sufrimientos, deseos gozos y penas de nuestros hermanos. Ciertamente que en los mismos orígenes del monacato, vamos a los monjes implicados en los problemas de sus hermanos los hombres. La Vita Antonii refiere como en dos ocasiones, deja el desierto para ir en ayuda de los cristianos de Antioquia, y plasmó este comportamiento el primer monje docto, Evaglio Póntico en la conocida frase: “Separados, si, aislados , no”.
Al hablar de separación del mundo, etc. Tenemos que aclarar lo que se entiende por “mundo”. Es un término muy ambiguo. En el NT estamos muy lejos del pensamiento griego que designa la criatura excelente que hizo Dios en el principio.
Es más, este mundo solidario con el hombre pecador, en el estado actual, está en realidad en poder de Satán. Su elemento más visible es el hombre que levanta su voluntad rebelde contra Dios y su Cristo. Satán es el príncipe de este mundo. Así lo describe Juan.
El espíritu de este mundo incapaz de gustar los secretos y los dones de Dios, (1 cor, 2,12) se opone al Espíritu de Dios.
El cristiano debe guardarse de la contaminación del mundo (Sant. 1,27) no debe amar el mundo (1Jn 2,15) Pues la amistad con el mundo es enemistad con Dios. (Sant. 4,4) evitando modelarse conforme al mundo presente (Rom 12,2). Pero también, “tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito”
El mundo tiene sus modas, sus modos y su lenguaje propio. Y nunca el monje debe avergonzarse de permanecer, siguiendo las enseñanzas del NT extraño a todo esto. Poco testimonio puede dar el monje que se le ve hablar y obrar con el mundo, dejarse llevar de la vanidad del mundo. Tomando sus modos, pronto se caerá en sus costumbres materialistas.
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