Este instrumento 19 podemos verlo como una faceta o modalidad del 18, socorrer a los que están en tribulación. La tristeza es un aspecto de la tribulación, aunque menos intenso.
Hoy vemos a considerar la tristeza desde el punto de vista teórico, siguiendo a Sto. Tomas y otro día desde el punto de vista práctico, como actuar para llevar a la práctica este instrumento.
La tristeza es una pasión que nace del apetito concupiscible ante un mal presente. Entre todas las pasiones que sufre el alma, es la que daña más al cuerpo, pues como advierte Sto. Tomas, se opone a la vida del hombre en cuanto a la esencia de su movimiento, y no solo en cuanto a la medida o cantidad, como en otras pasiones del alma.
El mal presente lleva al alma a un abatimiento y angustia que repercute frecuentemente sobre el cuerpo, al que puede llegar a enfermar e incluso producirle la muerte. Son muchas las personas que han muerto de tristeza.
Por esto, se puede comprender sin esfuerzo, que consolar al abatido por la tristeza, es una obra excelente de misericordia.
Sto. Tomás ofrece algunos remedíos para oponerse a la tristeza. La delectación, las lágrimas, la compasión de los amigos, la contemplación de la verdad, el sueño y los baños.
La delectación es reposar el apetito en el bien connatural y la tristeza proviene precisamente de aquello que es contrario al apetito. Por tanto la delectación es respecto de la tristeza lo mismo que es el descanso al cuerpo en su fatiga física. Así como el reposo del cuerpo es un remedio para la fatiga del cuerpo cuando proviene de una causa externa, la delectación es un remedio para mitigar toda tristeza, cualquiera que sea su procedencia.
Las lágrimas alivian la tristeza por dos razones: en primer lugar, porque todo lo que es nocivo, reconcentrado interiormente, aflige más porque atrae la atención sobre ello. Pero cuando trasciende al exterior, la atención se divide al tender hacia fuera atenuándose así el dolor interno.
En segundo lugar, porque todo aquello que es connatural al hombre en cada momento, resulta deleitable. Y el llanto y gemidos son connaturales al triste, al dolorido y por lo mismo experimente con ellos un alivio. Así lo dice Sto. Tomás a quien sigo en todo esto.
La compasión de los amigos. El que un amigo se conduela de nuestra tristeza es naturalmente consolador, también por dos razones. Una porque al condolerse de nuestra tristeza, comparte la carga de la misma, produciendo alivio en nosotros. Y en segundo lugar y más importante, es que la condolencia del amigo es señal de que nos ama y el sentirse amado es siempre motivo de consuelo y alegría.
Por la contemplación de la verdad. El mayor placer que alcanzamos en esta vida, consiste en la contemplación de la verdad. Y como todo placer, disminuye el dolor y la tristeza. Por esto la contemplación de la verdad es uno de los medíos más eficaces contra la tristeza.
Y también enumera Sto. Tomas como remedio a la tristeza el sueño y los baños. La tristeza se opone al movimiento vital del cuerpo y por ello todo aquello que restablezca la naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital, son contrarias a la tristeza y por ello la mitigan.
Hoy vemos a considerar la tristeza desde el punto de vista teórico, siguiendo a Sto. Tomas y otro día desde el punto de vista práctico, como actuar para llevar a la práctica este instrumento.
La tristeza es una pasión que nace del apetito concupiscible ante un mal presente. Entre todas las pasiones que sufre el alma, es la que daña más al cuerpo, pues como advierte Sto. Tomas, se opone a la vida del hombre en cuanto a la esencia de su movimiento, y no solo en cuanto a la medida o cantidad, como en otras pasiones del alma.
El mal presente lleva al alma a un abatimiento y angustia que repercute frecuentemente sobre el cuerpo, al que puede llegar a enfermar e incluso producirle la muerte. Son muchas las personas que han muerto de tristeza.
Por esto, se puede comprender sin esfuerzo, que consolar al abatido por la tristeza, es una obra excelente de misericordia.
Sto. Tomás ofrece algunos remedíos para oponerse a la tristeza. La delectación, las lágrimas, la compasión de los amigos, la contemplación de la verdad, el sueño y los baños.
La delectación es reposar el apetito en el bien connatural y la tristeza proviene precisamente de aquello que es contrario al apetito. Por tanto la delectación es respecto de la tristeza lo mismo que es el descanso al cuerpo en su fatiga física. Así como el reposo del cuerpo es un remedio para la fatiga del cuerpo cuando proviene de una causa externa, la delectación es un remedio para mitigar toda tristeza, cualquiera que sea su procedencia.
Las lágrimas alivian la tristeza por dos razones: en primer lugar, porque todo lo que es nocivo, reconcentrado interiormente, aflige más porque atrae la atención sobre ello. Pero cuando trasciende al exterior, la atención se divide al tender hacia fuera atenuándose así el dolor interno.
En segundo lugar, porque todo aquello que es connatural al hombre en cada momento, resulta deleitable. Y el llanto y gemidos son connaturales al triste, al dolorido y por lo mismo experimente con ellos un alivio. Así lo dice Sto. Tomás a quien sigo en todo esto.
La compasión de los amigos. El que un amigo se conduela de nuestra tristeza es naturalmente consolador, también por dos razones. Una porque al condolerse de nuestra tristeza, comparte la carga de la misma, produciendo alivio en nosotros. Y en segundo lugar y más importante, es que la condolencia del amigo es señal de que nos ama y el sentirse amado es siempre motivo de consuelo y alegría.
Por la contemplación de la verdad. El mayor placer que alcanzamos en esta vida, consiste en la contemplación de la verdad. Y como todo placer, disminuye el dolor y la tristeza. Por esto la contemplación de la verdad es uno de los medíos más eficaces contra la tristeza.
Y también enumera Sto. Tomas como remedio a la tristeza el sueño y los baños. La tristeza se opone al movimiento vital del cuerpo y por ello todo aquello que restablezca la naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital, son contrarias a la tristeza y por ello la mitigan.
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