Por tanto sigan todos la Regla como maestra en todo y nadie se desvíe de ella temerariamente. (3,7)
De suyo la regla intenta plasmar el carisma que vivió, que testimonió y que S. Benito quiso legar a sus discípulos posteriores. Es un modo concreto de seguimiento de Cristo por la caridad perfecta, fin último de toda regla en general y de la vida religiosa en particular.
Podemos ver en la regla escrita por S. Benito un modo particular de vivir el evangelio.
Así aparece claramente tanto en la RM como en la RB. Ambas reglas definen al cenobita como un monje que vive bajo una regla y un abad.
La regla es algo distinto evidentemente, del abad, y el mismo abad está sometido a la regla, debiendo descubrir y encarnar en su vida el carisma original de la regla.
Así en el siglo VI aparece la regla monástica como misterio de obediencia para todos, abad y monjes. El abad debe obedecer al Espíritu y también de algún modo a los hermanos a los que debe escuchar. Los hermanos obedecerán al abad y también unos a otros. Y todos obedeciendo a la regla, como mediadora del Espíritu.
Siguiendo el carisma benedictino, los cistercienses del siglo XII quisieron volver a practicar la RB con toda su pureza y completándola con datos procedentes de la vida de S. Benito. En realidad se trataba de una utopía, ya que pronto debieron coleccionar usos y costumbres que la vida impone más allá de la regla.
No siempre se ha tenido en cuento el principio hermenéutico de Pedro el Venerable: “rectitudo regulae caritas est.”
Considerada a lo largo de los siglos, el texto de la regla ha sido como la carta fundamental de la vida monástica.
Podemos hacernos la pregunta de ¿cómo tenemos que interpretarla hoy en este tiempo de renovación y de de cambio acelerado? ¿Qué valor teológico y espiritual tiene para nosotros, hoy, este texto lejano?
Se pueden tener diversas actitudes. El culto de la regla. Esta actitud presupone en principio que lo sagrado está fuera de la crítica, y la regla es “la santa regla” y por consiguiente, se puede hablar de culto de la regla, como programa de vida e ideal de santidad para los religiosos.
No podemos menos de recordar el libro del P.Colin, lectura poco menos que obligada en nuestros monasterios en el tiempo preconciliar.
El autor define el culto de la regla como “la perfecta observancia de la misma provocada, sostenida y vivificada por la fe, la confianza y el amor a la regla.
Otra postura puede ser la de estudiar la regla investigando sus fuentes, estableciendo la genealogía de la obra, esclareciendo cada texto con su fuente, distinguiendo paralelos, diversas etapas en su devenir histórico. Se estudian los diversos manuscritos del texto, sus variantes, para pasar luego a la interpretación.
Los resultados de este arduo trabajo son muy provechosos y enriquecedores. El peligro está en hacerse esclavo del método o cerrarse a otro tipo de relecturas. Puede quedar reducida la regla a un mero espejo de tradición o en el mejor de los casos se trataría de una tradición viva que se enriquecería por la tradición anterior y enriquecida por los que la viven hasta el día de hoy.
Un tercer camino es intentar ver la intención de S. Benito, lo que quiso y pudo hacer. Esto también es interesante, pero tampoco se debe descuidar el texto. Lo que dice, como lo dice en sus diversas articulaciones y estructuras a nivel de contenido y de forma.
Tengamos en cuenta que el autor de la regla, es un creyente carismático y por consiguiente hay que tener presentes los procesos de su pensamiento, la vigencia evangélica cristalizada en la regla. Se trata de no quedarse en el carisma del autor, sino remontarse al autor del carisma, el Espíritu que es el que en definitiva llama al seguimiento de Jesús de una forma determinada.
Así como el cristianismo no es una religión del libro, sino que a través del libro inspirado, se debe llegar al encuentro de un Dios personal que nos llama y que se nos ha hecho cercano en Jesús, el monje no es el hombre del libro, de la regla, sino que por la regla debe llegar al encuentro con Dios, y hacerse el mismo buena noticia para los hombres de hoy
Resumiendo, nuestra actitud ante la regla hoy, incluye dos movimientos, fluyo y reflujo. El primer movimiento lo podemos llamar centrífugo, de nosotros a la regla y de la regla, al carisma de S. Benito y por el carisma, encarnado en nuestras vidas, al seguimiento fiel de Jesús.
El segundo movimiento sería a la inversa. Sintiéndome llamado a seguir a Jesús, encuentro el modo concreto de seguirle hoy en el carisma plasmado en la regla. Ambos movimientos son necesarios e incluyen la dialéctica del análisis y síntesis. Fidelidad y creatividad, crecimiento en el Espíritu, autor de carismas, testimonio gozoso de Jesús que vive hoy en nosotros.
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