79. Ocupaciones materiales del abad.
Es muy importante sobre todo que por desatender o no valorar suficientemente la salvación de las almas, se vuelque con más intenso afán sobre las realidades transitorias, materiales y caducas, sino que tendrá muy presente siempre en su espíritu, que su misión es la de dirigir almas, de las que tendrá que rendir cuentas. (2,33-34)
Pastor de almas, el abad dedicará lo mejor de sus cuidados a sus monjes y así no se volcará con intenso afán sobre las realidades transitorias, materiales y caducas. Podemos resaltar la acumulación de epítetos para señalar la fugacidad e inconsistencia de los bienes temporales, en comparación con el cuidado de las almas.
Estamos en la tierra para que dando gloria a Dios alcancemos la salvación, según el conocido dicho de S. Ignacio en el Principio y Fundamento. La vida temporal es una preparación y purificación para el encuentro eterno, aunque sin rechazar las realidades presentes, pero tampoco sin absolutizarlas, ni ponerlas en una escala de valores, por encima de los bienes espirituales.
Jesús nos ha advertido que en el último juicio, no se nos preguntará si hemos sido buen administrador, gran predicar, célebre músico, ni tampoco si hemos tenido un monasterio espléndido, una comunidad floreciente bajo todos los puntos de vista, si todo el mundo ha hablado bien de nosotros, sino que se nos examinarán del amor. Una cosa solo es necesaria.
Todas las cosas solo serán necesarias y buenas solo en cuento nos ayuden a alcanzar el último fin. Todo lo que pueda obstaculizar la salvación, la gloria de Dios, en nuestra vida, no sirve absolutamente para nada. Toda pasa y nosotros mismos pasaremos tan rápidamente como los demás.
S. Ignacio, para ayudar en el discernimiento de la voluntad de Dios y evitar equivocaciones, dice que se ponga uno en la situación que le gustaría haber tomado en la hora de la muerte. A esta luz ¿cómo veremos nuestra vida actual? ¿Nuestras preocupaciones y aspiraciones actuales? Duro sería comprobar que muchas de estas preocupaciones y aspiraciones han sido vanas para la eternidad.
Por todo esto, San Benito recuerda en este párrafo que también es original suyo, que el abad y podemos decir también todos y cada uno de los monjes, no se vea aplastados por los cuidados temporales, de modo que sofoquen con su peso la vida espiritual.
Somos sensibles y las cosas sensibles nos impactan más que los misterios de la fe, que no entran por los sentidos. Se pueden presentar especiosos pretextos para engañarnos. Necesidades urgentes de lo material. Dios quiere que busquemos lo necesario. Y sin duda es cierto todo esto, Dios lo quiere. Pero sin olvidar lo esencial que Dios también quiere por encima de todo lo material, la unión de nuestra voluntad con la suya.
Las consecuencias de enfocar mal estas necesidades, son perniciosas, pues podemos terminar arrastrados por las cosas materiales. Y como San Benito veía este peligro como algo real, pone en alerta al abad.
A través de toda la regla, vemos que S. Benito quiere que nos ocupemos de las cosas materiales, realizarlas, responsabilizarnos de ellas pero no ahogando el espíritu. Que no pensemos más en el aumento de las rentas que en el crecimiento espiritual de la comunidad.
Precisamente hablando de las cosas materiales, es cuando S. Benito nos ha dejado lo que podemos llamar su lema” ut in ómnibus glorificetur Deus”, para que Dios sea glorificado en todo.
El peligro propiamente dicho no viene de las cosas materiales y temporales, sino de la manera de considerarlas y entregarse a ellas. Incluso un simple monje sin ninguna responsabilidad puede estar más preocupado por lo material que el mismo abad o que el cillerero.
Las verdades de la fe, frecuentemente meditadas pueden prevenir estos males. De aquí la importancia de los días de retiro especialmente mandados para los que tienen responsabilidades materiales y útil para todos y así recordar el instrumento 48 de las buenas obras:”Vigilar a todas horas la propia conducta”.
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