34. La escuela del divino servicio.
– Vamos a instituir una escuela del servicio divino.- (45)
Al comienzo de los comentarios al prólogo que venimos haciendo, ya hemos comentado que la RB ha tomado prestado de la RM, solo la cuarta sección del prólogo de la RM. Es este tres veces más largo que el de la RB.
Decíamos en aquella ocasión que el prólogo de la RM tiene cuatro partes. Prólogo, parábola o thema de la fuente, comentario al Pater y comentario a dos salmos.
S. Benito solo ha conservado esta última parte, después de haber resumido en pocas palabras alguna idea de lo precedente. ¿Por qué eligió este cuarto fragmento? Sin duda es porque el comentario a los salmos encierra la frase capital a la que tendía todo el discurso del Maestro. “Vamos a establecer una escuela del servicio del Señor”.
No es que a Benito le interese particularmente esta definición del monasterio como “escuela del servicio divino”. El mismo término”escuela” parece resultarle bastante indiferente. Pero vio que estas palabras eran la culminación de todo el prólogo del Maestro, sentencia esencial que había que conservar por encima de todo. Esta frase final estaba estrechamente unida a todo el comentario de los salmos.
La presentación del monasterio como “escuela del divino servicio” reclama nuestra atención. ¿Que significa esta formula? Para comprenderla debemos superar los limites demasiado estrecho del texto reproducido por Benito, y remontarnos a las `partes anteriores de la introducción de la RM.
Es en el thema o parábola donde hunde sus raíces esta definición. La fundación de la escuela que aquí tratamos, corresponde al llamamiento lanzado por Cristo en la parábola de la fuente: “venid a mi escuela”. Este antecedente es importante para entender nuestro texto.
En la parábola de la fuente, representa al género humano como una caravana en estado lamentable. La carga aplastante del pecado agobia a los hombres sedientos que caminan por este mundo por una ruta de exilio, sin más finalidad que la muerte. Pero divisan una fuente de agua viva y una voz les invita:”Venid a mi todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré”.
Después de haber dejado la carga y bebido abundantemente, la voz prosigue:”Tomad sobre vosotros mi yugo, y venid a mi escuela, porque soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es sueva y mi carga ligera”.
Entonces estos hombres deciden dejar la carga de sus pecados y el camino de este mundo para no seguir más que a la voz del Señor y vivir bajo la ley de Cristo.
El sentido de esta alegoría es transparente. Se trata de una conversión total del pecado a Dios, que se realiza en dos tiempos. En el primero el hombre se acerca a Cristo y recibe el bautismo. Luego decide inscribirse en la escuela del Señor sin volver atrás. Regeneración bautismal y entrada en el servicio del Señor.
Estos dos aspectos responden a la doble llamada de Cristo que el Maestro descubre en el logion de Matero 11, 28-29. “Venid a mi…y yo os aliviaré”. En las primeras palabras descubre una invitación al bautismo. El hombre será rehecho, recreado por la gracia divina. “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, y encontrareis descanso para vuestra almas.” Esta segunda frase es una invitación a dejar el mundo y entrar en el monasterio.
Este análisis del texto evangélico tiene implicaciones importantes. En primer lugar, la vida monástica aparece como una prolongación inmediata del bautismo. La llamada de Cristo, en el texto de Mateo, es inseparable de la primera. Se dirigen las dos a todos los seres humanos agobiados por el peso de sus faltas. Con esto declara la urgencia y universalidad de la vocación monástica. Para el Maestro no existe ningún bautizado que no esté llamado a ella.
Esto explica la severidad que muestra en algunas partes de su regla para los que no responden a esta llamada, permaneciendo en el mundo, o que abandonan la vida monástica ya comenzada.
También hay que prestar atención a los términos “falta” y “pecado”. Designa el enemigo común para el que el baptisterio y el monasterio forman un frente único. Recibir el bautismo significa renunciar al pecado, por lo menos intencionalmente. La vida monástica no será más que la actuación de este propósito- Consiste en no volver, depuse de la regeneración bautismal a la carga del pecado.
La renuncia realizada un día en el bautismo, se verifica en el renunciamiento efectivo y continuo de la conversión monástica. La ley de Cristo proporciona un alivio indecible al hombre aplastado por el conocimiento de sus faltas. Este paso de la culpabilidad a la inocencia tendrá su culminación en el descanso perfecto de la eternidad.