19.-.Si tu al oírle le responde:”yo”, otra vez te dice Dios: si quieres gozar de una vida verdadera a y perpetua, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad, obra el bien, busca la paz y corre tras ella (16 y 17)
San Benito toma estas palabras del Espíritu Santo, para ponernos en el pórtico de su regla las condiciones necesarias para que hagamos factible el progreso en la configuración con Cristo.
S. Benito supone que el moje corresponde a la llamada divina, ofreciéndose a caminar en el seguimiento de Cristo. A la llamada, a la vocación, corresponde la respuesta por nuestra parte. “Yo”.
La gracia estará en nosotros de un modo estable y seguro, dentro de lo que cabe en la fragilidad humana, si ponemos estos medios como respuesta a su llamada, como base del desarrollo de la vida divina que el Señor ha depositado en nosotros con la gracia bautismal.
Guarda tu lengua del mal, en primer lugar. Para producir en nosotros la vida de la gracia, germen precioso de la vida futura y para conservarla y aumentarla, debemos en primer lugar poner freno a la lengua origen de muchos males, pues nos dice la escritura que quien no pecare con la lengua es un varón perfecto. Y también afirma que es vana la religión de aquel que pretenda serlo, sin refrenar la lengua.
El mal nace en nuestro corazón, en nuestro interior, pero a través de la lengua se manifiesta un mundo de iniquidades que hay en el interior. A través de ella salen las blasfemias, el perjurio, las malas conversaciones, la mentira, la murmuración, la calumnia, causa las disputas y enciende el odio.
El silencio monástico nos defiende de todas estas manifestaciones, es una faceta importante del mismo, aunque no la más importante que está en lo que podemos llamar mística del silencio.
Seguidamente dice que evitemos el mal y hagamos el bien. Toda la observancia de la ley divina se encierra en esas palabras. Dios quiere que nos apartemos del mal, es decir que nos apartemos de cualquier pecado, porque este es el mayor obstáculo para la vida de la gracia. El pecado la destruye en nosotros y nos priva de los derechos de hijos de Dios
. Pero sobre todo lo que quiere el Señor es que obremos el bien. Estar en gracia es vivir. Y hay que desarrollar esa vida por medio de la práctica de las virtudes. ¿Qué pensaríamos de un árbol que vive, pero que no produce ni hojas ni frutos ni flores? Los frutos son prueba de que existe la vida.
La presencia del Espiritu Santo en nosotros la conocemos por la presencia de sus frutos: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad fidelidad, mansedumbre, dominio de si, (Gal 5,22-23) Un monje en el que no afloran estos frutos está próximo a la muerte. El que goza de vida, aparecerán en mayor o menor grados todo ellos.
En tercer lugar buscar y conservar la paz. Para que la vida de la gracia crezca, tenemos que preparar el terreno de un modo favorable, ya que por parte de Dios no ha de faltar la semilla. Buscar y seguir la paz quiere decir que hemos de resistir a las malas inclinaciones que nacen de nuestra naturaleza o de las insinuaciones del mal espíritu. Si no las combatimos seremos sus víctimas. En la medida en que estas perversas inclinaciones de la naturaleza están vivas, paralizarán nuestro caminar y perturbarán la paz.
Perturbaran la paz con Dios, revelandose contra su divina voluntad, y la paz con los hermanos, siendo signos de contradicción, y sobre todo perturbarán la paz interior, pues nos arrastran fuera de nuestro centro.
Busquemos y sigamos la paz, nos exhorta S. Benito, reduciendo al silencio a cuanto nos impida realizar nuestra misión de configuración con Cristo.
Siempre y en todas ocasiones hemos de luchar, porque sin una gracia particular nunca dejará de estar empañada nuestra alma con alguna nube. Pero acerquémonos a la paz cuanto nos sea posible. Así apresuraremos la presencia del reino.
Jesús es nuestra paz y en la medida que está presente en nosotros, tendremos la verdadera paz, en la medida que le seguimos, seguiremos la busqueda de la paz.