53.-Los giróvagos.

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53.-Los giróvagos.
 El cuarto género de monjes es el de los llamados giróvagos, porque su vida entera la pasan viajando por diversos países, hospedándose durante tres o cuatro días en los monasterios. Siempre errantes, nunca estables, se limitan a servir sus propias voluntades  y a los deleites de la gula, Son peores en todo  que los sarabaítas. (10 y 11)

Podemos aplicar a estos lo mismo que ya dijimos sobre los sarabaítas, que esta condenación que la RB hace en bloque a toda una manera de servir a Dios en la vida ascética, es cosa muy grave. Cierto que hubo hipócritas  disimulados bajo el hábito monástico, que optaron por  este estilo de vida. S. Agustín los conoció muy bien  y los describe así: nunca domiciliados, nunca comisionados, nunca fijos, embaucadores, negociantes con supuestas reliquias de mártires, pedigüeños. S. Agustín los llama como era habitual en su región “circumcelliones”, porque van de  cella a otra, de un monasterio a otro.
La RM y la RB los llama con un nombre compuesto del griego “giros” y del latín “vagus”. Ya dijimos que el Maestro les dedica una larga sátira de 144 párrafos,  mientras que la RB los despacha  con unas pocas palabras, no sin antes calificarlos como “perores en todo, -¿todavía peores? que los sarabaíta.
No obstante, estos monjes tenían unas nobilísimas raíces. Sus antepasados se remontan a los tiempos apostólicos, cuando en aquellos momentos eran una categoría especial de cristianos. Se les solía llamar apóstoles, profetas, doctores, que sin patria, sin  hogar, sin morada estable, viajaban  de ciudad en ciudad  cumpliendo con su oficio de predicadores ambulantes.
En la medida  que las comunidades cristianas se consolidaban con obispos estables, tal clase de doctores perdieron su razón de ser. Pero no obstante parece que siguieron con una existencia errante, ya no como predicadores del evangelio, sino por motivos puramente ascéticos.
 Tan parece ser con algún fundamento, el origen de los giróvagos. Monjes que habían tomado muy enserio la imitación de Cristo, que no tenía donde reclinar la cabeza. Solos o en pequeños grupos iban de un lugar a otro sin rumbo fijo. Practicaban la más estricta pobreza y Vivian  de lo que les daban o de la hierbas del campo, pasaba n las noches en invierno en cualquier refugio y las de verano al sereno. Consideraban como un timbre  de gloria de que los tomaran por vagabundos o dementes. Así sabemos que fue la vida de S. Simón el loco sublime, que se santificó fingiéndose loco.
  

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