TIEMPO ORDINARIO
Martes 9º
LECTURA:
“Marcos 12, 13-17”
En aquel tiempo, mandaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: ¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea. Se lo trajeron. Y él les preguntó: ¿De quién es esta cara y esta inscripción? Le contestaron: Del César. Les replicó: Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.
Se quedaron admirados.
MEDITACIÓN:
“Lo que es de Dios a Dios”
Tenemos muy claro, porque además así lo exigen las leyes, más allá de pensamientos religiosos o de cualquier tipo, que tenemos que pagar los impuestos, porque de ellos dependen los servicios sociales que podamos recibir y, por lo tanto, tomar conciencia de ello, guste más o menos, es muy importante. Pero algo de lo que precisamente estamos perdiendo conciencia es que tengamos que dar a Dios lo suyo, cuando además Dios está quedando relegado o negado en muchos.
Pero la afirmación de Jesús va dirigida a nosotros, a quienes incluimos a Dios en el ámbito de nuestra vida, y que en ocasiones no tenemos claro y no damos a Dios lo que le pertenece desde la vinculación que decimos tener con él, y desde el cual pretendemos construir nuestra vida, y que, desde luego, es mucho más que lo que debemos al César.
Al César, al poder civil, le podemos deber los impuestos, la obediencia y respeto a las leyes justas, nuestra contribución al bien de la sociedad como ciudadanos responsables y solidarios, aspectos que de alguna manera podíamos decir que se quedan sólo en el exterior. Pero a Dios le debemos toda nuestra vida, porque él toca toda la hondura de nuestro ser más allá de la mera materialidad. Porque hemos sido creados por él desde el amor a su imagen y semejanza. Porque somos hechura suya, sus hijos. Porque nos ha desvelado la grandeza de nuestra dignidad humana llamada a plenificarse. Porque nos ha salvado y redimido en Cristo. Porque nos ha resucitado con él y nos ha abierto la puerta de la esperanza, de que nuestra vida tiene sentido y no acaba en el absurdo de la nada, ni va a ser dominada por esa fuerza de mal que parece que se quiere apoderar de todo y tantas veces nos estremece en su crueldad inhumana.
Y todo eso que ha volcado Dios gratuitamente por puro amor, está pidiendo una repuesta de amor, una respuesta de humanidad, puesta de manifiesto en toda la vida de Jesús, que se nos ha presentado como modelo y referencia. En él descubrimos qué es y de qué manera lo que en nosotros tenemos que poner en marcha para responder a tanto don que está llamado a redundar en bien en nosotros mismos, dando un talante a toda nuestra vida y a nuestro modo de ser y de hacer. Y no tanto como un deber que brota o forma parte de nuestras relaciones sociales, o una exigencia forzosa, sino como una respuesta de amor que quiere responder al amor al descubrir todo ese tesoro volcado en nosotros que se nos invita a desarrollar y que tantas veces nos empeñamos en frenar. Y todo ello no para vivirlo al margen del marco y el ambiente en el que nos movemos, sino precisamente en medio de él, para enriquecerlo e iluminarlo, como testigos del bien que se potencia cuando dejamos que Dios entre de lleno en el plan de nuestra propia historia personal y social.
ORACIÓN:
“Alegre y solidario”
A veces tengo la sensación de que vemos más claro lo que tenemos que dar al César que lo que tenemos que darte a ti, Señor. Tal vez porque si no damos al poder terrenal lo que nos pide inmediatamente vamos a sentir sus consecuencias negativas, mientras que cuando a ti te dejamos al margen, cuando nuestra respuesta es mediocre o ni siquiera se produce, tú sigues callado y amando, esperando pacientemente nuestra respuesta. Y, sin embargo, palpamos claramente en nosotros y en los otros, en nuestra realidad personal y social, cuándo no te damos paso o te lo damos a medias. Porque tu realidad en nosotros, precisamente porque está llamada a tocar toda nuestra realidad más profunda, o se manifiesta con un talante diferente, con unos valores que nos identifican de un modo especial, alegre y solidario, o se frustra en nosotros mismos. Lo sé, Señor, y palpo mis limitaciones y mis excusas, pero soy consciente de lo que me has dado y quiero que se manifieste en mí. Ayúdame, Señor. Gracias.
CONTEMPLACIÓN:
“Eres la Vida”
Te debo todo, Señor,
mi vida pende de ti
porque eres la Vida
y lo sustentas todo;
no como quien domina
sino como el que libera,
para que la fuerza de la vida
fluya en toda su belleza
y se manifieste en mí
como potencia de amor,
como horizonte de plenitud
que señala esperanzado
el amanecer definitivo
del ser humano que hay en mí
y que culmina en ti.
Deja una respuesta