La Santísima Trinidad – Ciclo B

publicado en: Lectio divina diaria, Solemnidades | 0

 

SANTÍSIMA TRINIDAD – B

 

 

 

LECTURA:       

“Mateo 28, 16‑20”

 

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.  Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» 

 

 

MEDITACIÓN:      

“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

 

            Creo que siempre nos da un poco de vértigo asomarnos a este misterio de Dios que, de alguna manera, sentimos que nos desborda. No nos es muy fácil conciliar esa Unitrinidad de Tres en Uno o Uno en Tres. Y, sin embargo, al mismo tiempo, tampoco nos resulta extraño, ni choca de manera especial con nuestra capacidad de asomarnos a esa riqueza insondable de Dios que, en su manifestación de amor desbordante, se nos ha desmigado, podíamos decir, en esas tres personas, expresión totalizante de una misma realidad que se nos han manifestado así en la peculiaridad de su ser y de su acción personal.

 

            No es algo nuevo, aunque sí fue manifestándose de manera gradual, como en una especie de catequesis histórica al pueblo de Israel, hasta culminar en el nuevo Testamento. El Padre que envía a su Hijo, Verbo encarnado, que vendrá a comunicarnos el proyecto de amor redentor de Dios desde antes de la creación el mundo; y el Espíritu que envía Jesús para culminar la obra iniciada por él en la Iglesia y en el mundo. Toda una cadena de amor de un Dios amor que se hace desbordante y fuera de todo cálculo. Porque así es el amor cuando se expresa, y así lo intuimos hasta en nuestra propia realidad limitada.

 

            Así la Trinidad se nos hace accesible desde el amor. Sólo desde él la podemos entender o intuir. Es así como podemos expresar la salida de Dios de sí mismo para decirnos que no es un ente solitario que se ha inventado un amor teórico, sino una corriente de vida que se fecunda a sí misma y que se proyecta con misericordia y ternura hacia la realidad de su creación para hacer de nosotros también comunidad y tarea de amor.

 

            Por eso, cuando Jesús deja nuestro suelo manda a los suyos la tarea de hacer discípulos arraigados en esta realidad trinitaria, porque es realidad totalizante. Tomar una de ellas, sin más, hubiese sido como limitar la comprensión, la riqueza de la realidad y de la manifestación de Dios tal como se había manifestado. Son las tres personas, las que nos permiten captar qué es y quién es Dios. Sólo las tres unidas nos hablan de un Dios vivo, presente, actuante, y dinamizador de nuestra historia, de nuestro caminar, abriéndonos siempre a un horizonte de esperanza.

            Sí, no cabe duda, Dios siempre será Dios y, por lo tanto, no podemos pretender reducirlo a nuestros esquemas. Siempre estará más allá y nos desbordará, si no, no sería Dios. Es precisamente esa realidad la que nos permite vislumbrar horizontes que sólo podemos esperar de él, y nos hacen sentir que en él y desde él la vida tiene sentido, el hombre dignidad y que, en la perspectiva de nuestra humanidad, a veces tan dolorida y pisoteada por tantas realidades de mal, nos permite asegurar que ni el final es un vacío, ni el mal tiene la última palabra. Este Dios Trinidad-Amor nos lo ofrece, nos invita a darle cabida en nosotros, y a comunicarlo.

 

           

ORACIÓN:       

“Misterio de amor”

 

            Señor, tú nos desbordas siempre, y tiene que ser así, porque es así como puedo mirarte, como puedo esperar algo más de mí y de mi propia historia, porque en ti mi horizonte se dilata y me permite mirar mucho más allá de lo que puedo ser capaz por mí mismo. Es cierto que muchas preguntas que parten de mi realidad y de la realidad de la historia me desconciertan, porque todavía tengo la tentación de verte o entenderte como un Dios solucionador de problemas, y eso no se da. Te has manifestado como Dios que te das, que te ofreces que te haces don, que no eliminas las limitaciones y condicionamientos de nuestra realidad humana, y hasta te has expuesto a nuestro rechazo. El amor parece que te ha hecho débil y, sin embargo, es el motor de nuestra realidad humana cuando lo entendemos en su verdad. Y envuelto en este misterio desbordante de tu ser y de tu actuar, en ese misterio de amor trinitario en el que me llamas cada día a adentrarme, quiero mantenerme y vivirte.

 

           

CONTEMPLACIÓN:        

“Explosión de vida”

 

Todo es, Señor, amor,

amor que en ti se ha hecho

explosión de vida.

Vida fecunda de Padre

que se ha tornado

en Palabra salvadora,

encarnada en el Hijo,

donde has plasmado tu misericordia.

Fuerza vivificadora derramada

en un Espíritu que quiere encajar

mi amor en el tuyo

hasta hacerlo uno.

Y en ese misterio desbordante,

profundo y transparente,

vinculo también el mío.

 

 

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