Semana IV de Pascua – Jueves 3

PASCUA

Jueves 4º

 

LECTURA:        

Juan 13, 16‑20”

 

 

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: «El que compartía mi pan me ha traicionado.» Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.

Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe recibe al que me ha enviado.»

 

 

MEDITACIÓN:        

“El que compartía mi pan”

 

            Me quedo al bode de una afirmación de Jesús que suena en estos momentos más cuaresmal que pascual, como en una especie de paso atrás, aunque siento que aquí quiere servirnos de estímulo en nuestro avanzar, porque sabemos que el riesgo de estancarnos está siempre latente, y la Palabra quiere mantenernos en tensión hacia adelante y, porque, de muchas maneras, seguimos palpando que se siguen produciendo entre nosotros esas actitudes que tal vez no debían darse pero que nuestra realidad, nuestros pasos, muchas veces atrás y adelante, nos marcan, más allá de nuestro aparente querer.

 

            Estamos en pascua avanzada. Desde el comienzo de ella hemos sido testigos de cómo aquellos discípulos primeros se vieron desbordados ante la realidad de la resurrección de Jesús que no les fue fácil encajar. Sabemos que la experiencia de la fracción del pan, de la eucaristía, va a conformar el pilar más firme de esta nueva etapa en torno a la cual la comunidad se va a ir formando, fortaleciendo, definiendo.

 

            Pero en el fondo de esa primera-última cena con Jesús, queda el recuerdo de la traición. Nada es mágico y, al final, es la respuesta de nuestro corazón, de nuestra libertad, la que marca el ritmo de nuestras actitudes y respuestas. Es ese misterio que sólo somos capaces de vislumbrar en nuestro interior, por muchas razones que podamos aportar desde fuera, pero que nunca terminan de explicar el profundo porqué que se teje en nuestro interior. Y eso lo palpamos nosotros cada día. Por eso resulta actual esta palabra, y Jesús mismo nos dice que lo recuerda para que cuando vuelva a suceder sepamos que ya estaba puesto de manifiesto.  Jesús no es ingenuo y conoce,  mejor que  nadie, el corazón humano.

 

            Cuando en aquella cena resonó de labios de Jesús aquella afirmación de que uno de ellos le iba a entregar, no fue esa persona sino todos quienes se sobresaltaron y se sintieron implicados, lo cual pone de manifiesto hasta qué punto nuestras acciones a veces se sostienen sobre hilvanes de nuestras propias afirmaciones o aparentes convicciones. Y sí, si uno fue quien dio el tirón, lo cierto es que todos de alguna manera se vieron afectados. Y eso que hoy vivimos en clave pascual, nos recuerda aquel momento, nos permite mirar al nuestro, al ahora, a nuestro ahora.

 

            Porque lo seguimos palpando, Porque muchos que han comenzando en esta mesa de Jesús, han terminado dejándolo, traicionándolo. Porque otros que no lo hemos dejado, al menos materialmente, no reflejamos la fuerza, el empuje, la revolución que supone o debía suponer en nuestra vida, y nos hemos instalado en una especie de cumplimiento, sincero, tal vez, pero no especialmente ilusionador o trasformador que nos señale como especialmente testigos y nadamos entre muchas aguas.

 

            Tal vez tengamos que tener el valor de asomarnos a nuestras posibles traiciones, aunque la palabra suene fuerte, no para caer en el lamento, sino precisamente para revitalizar nuestro seguimiento. Es lo que Jesús pretende en nuestro hoy y ahora.

 

           

ORACIÓN:           

“Abierto desde ti”

 

            Muchas veces pretendemos apretar demasiado las clavijas de nuestro ser, y late más el deseo que la realidad. Es cierto, Señor, que tú siempre nos invitas a caminar a avanzar, a levantarnos, a nos pararnos, a correr hacia la meta. No puede ser menos porque sería como negar a un padre y una madre el que su hijo crezca y se haga hombre. Pero tampoco podemos olvidar que necesitamos un sustrato que es el que hay que salvaguardar. Me resuena aquello de que la caña cascada no la quebrará y, muchas veces, nuestra caña, nuestra vida, está o es más frágil de lo que nosotros mismos queremos o afirmamos, pero sobe la cual nos podemos seguir apoyando porque tú mantienes viva. Por eso, Señor, gracias. Gracias por el mínimo y por el máximo. Gracias porque en ese abanico de mi vida estoy llamado a hacer mi historia, y y en ella me invitas a descubrir que compartir contigo el pan, tu pan, tu vida, es parte esencial de ese horizonte siempre abierto desde ti, y que si alguien cierra ese soy solamente yo. Ayúdame, Señor. Gracias.

 

 

CONTEMPLACIÓN:         

“Tu querer y mi deseo”

 

Tu pan, tu mesa,

mi mesa, mi pan;

tu fuerza, mi fuerza,

tu deseo, mi deseo,

todo se mezcla,

y todo es uno

en un anhelo

que se multiplica,

aunque a veces

 no vea la forma o el fruto.

Pero estás tú,

y tu vida,

tu llamada

y mi respuesta,

Tu querer y mi deseo.

 

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