CUARESMA
Lunes 2º
LECTURA:
“Lucas 6, 36‑38”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
MEDITACIÓN:
“Una medida generosa”
No cabe duda, porque pienso que es una experiencia universal, que el bien que podamos hacer nos responde con generosidad. No porque se ponga de manifiesto en la respuesta del otro, que veces sí es cierta y en otras no tanto, sino porque uno mismo termina sintiendo que el bien realizado le ha hecho más bien a él, porque se ha producido una experiencia que ha engrandecido algo en su interior. Cuando nos damos, cuando nos volcamos, cuando salimos de nosotros mismos, nos enriquecemos.
Y sí, también es cierto que muchas veces esa respuesta que viene del otro que ha experimentado nuestro bien, genera una reacción que nos desborda, y así escuchamos testimonios de misioneros, por ejemplo, aunque sea limitarnos a un campo concreto, que se han dado pero que dicen haber recibido mucho más. Sin embargo, otras veces hay que ir más allá de esa respuesta que puede no darse, pero que deja el buen gusto de habernos dado sin esperar nada a cambio que es, ciertamente, si no nos desanima, donde so pone de manifiesto la verdad de nuestra entrega.
Desde ahí, Jesús nos lleva a otra respuesta que va más allá de la que podamos experimentar materialmente. Es la respuesta de Dios que bendice nuestro poco, y su bendición se convierte en gracia multiplicada más allá de nuestro ahora, pero que lo incluye, porque genera alegría profunda en nuestro ser, la convicción de que algo ha crecido, se ha potenciado, se ha multiplicado en nosotros y nos ha enriquecido. Algo que no podrá experimentar nunca quien se cierra en sí mismo, quien no es capaz de mirar a su alrededor o quien indiferente se empeña en sembrar el mal, quien tarde o temprano también recibirá su respuesta multiplicada en respuesta de soledad.
De esta manera, y con todas estas llamadas concretas que tocan aspectos cruciales de nuestras relaciones humanas, y donde nos jugamos mucho, pues conocemos perfectamente las consecuencias de no asumirlas, Jesús nos vuelve a meter esa cuña que es su clave de acción y debe ser la nuestra: “como vuestro Padre”.
Y es que Jesús no nos está enseñando un código moral. Nos está mostrando el corazón de Dios. La llamada a la conversión no es el cumplimiento de una serie de normas, por muy buenas que sean. Es un tratar de acoger y reflejar la vida y el corazón de Dios. Tratar de asumir en nosotros lo que él es, lo que nos ha manifestado de una forma palpable en su Hijo Jesús y, por lo tanto, entender que la respuesta generosa viene de él más que de los otros, y que es ahí y así como se manifiesta la verdad y la gratuidad del amor.
Nuestra conversión tiene ése y no otro objetivo. Y no tiene nada de intimista, al contrario, sólo desde esa referencia amorosa al Dios que nos ama, podemos prolongar y comprometer nuestra vida en toda su fuerza, sabiendo que no son indiferentes sus consecuencias ni en nosotros ni en los otros. Los efectos siempre serán causa de bien multiplicados para todos. Ahondemos en ello para explicitarlo en nuestra vida, porque eso sólo lo podemos ver cada uno.
ORACIÓN:
“Aprender a amar”
Señor, siempre se ha dicho que nadie podemos ganarte en generosidad; que tu respuesta a nuestra respuesta, aunque sea a su intento, pero su intento de verdad, no queda perdido, siempre está que no miremos estas afirmaciones pensando sólo en efectos materiales, porque desde ahí podríamos quedar defraudados. Hacer las cosas esperando su recompensa invalida de alguna manera su valor, aunque pareciese de lógica que así fuese, pero no lo es, y la realidad nos lo dice. Tú esperas la respuesta de nuestro amor, pero no nos amas en la medida de nuestra respuesta que siempre es gratuita. Así brotó en la cruz tu palabra de perdón. Así te presentaste en medio de nuestra historia sin esperar a nuestra acogida, porque así es el amor, y así debe ser el que quiere aprender a amar. Y esto no significa dejarse avasallar, al contrario, porque la justicia es una expresión del amor. Simplemente que nada lo condiciona ni lo frena porque es más fuerte, más liberador, más transformador. Puede ser delicado en ciertos momentos, pero es determinante y claro, tal vez por eso tengamos que aprender a pararnos más a la hora de querer responder como tú. Ayúdame a ello, Señor. Gracias.
CONTEMPLACIÓN:
“Ser amor”
No sé si es posible, Señor,
o sólo es una prerrogativa
que te define en tu ser;
pero me gustaría
no sólo hacer gestos de amor,
me gustaría ser amor,
como tú.
Amor que brotase desbordado
como un manantial que
arranca y se alimenta en ti.
Amor que llenase de sentido
y de fuerza mis gestos,
capaz de ver lo que no ven los ojos
y de hacerlo visible a todos.
Amor empeñado en gestar vida,
experiencia profunda de sentido,
espera de algo que se anhela
y que en ti se realiza y se concreta.
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