Jueves después de ceniza – 1

JUEVES

DESPUÉS DE CENIZA (B)

 

 

 

LECTURA:            

Lucas 9, 22‑25”

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos  sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga  conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve  a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

 

 

MEDITACIÓN:           

“Cada día”

 

            Sí, ya sé que recojo una frase insulsa y que en sí no trasmite ningún contenido dentro de un texto que tiene mucha “tela” que cortar y que, además, nos mete en el camino y desemboque, no sólo de este tiempo cuaresmal que empezamos a desenvolver.

Pero es que, a base de meternos en la fuerza del mensaje que, por otra parte conocemos, al menos de oídas, se nos puede pasar lo elemental.

 

            Y qué es en este caso lo elemental, pues que esta llamada de Jesús, este mensaje que nos deja, esta vida que nos ofrece, su vida, con toda su fuerza salvadora, no es para vivirlo en unas fechas concretas, no es para un futuro lejano de un posible cielo a ganar,  sino que es para “cada día”.

 

            No, no cogemos la cruz en cuaresma, bien lo sabemos. No la llevamos una temporadita, y encima con cositas que podemos poner para justificar o llenar un tiempo al que hay que asignarle algún “adorno”. No seguimos o no se trata de seguir a Jesús con una fuerza especial en unos tiempos especiales, y luego todo vuelve, gracias a Dios, a la normalidad de lo cotidiano y habitual, sin que es para cada día, para todos los días, para toda la vida.

 

Porque en cada día nos jugamos la vida, el sentido de la vida, el sentido de lo que somos como personas y como creyentes; donde manifestamos la verdad de nuestra fe, de nuestro seguimiento, de nuestro ir ahondando en el misterio de nuestra propia realidad humana y del Dios que se nos ha revelado con toda la fuerza de su amor liberador en Jesús, y que tenemos que intentar experimentar qué es lo que eso significa en el devenir de cada día de nuestra vida, con sus alegrías y tristezas, de sus sufrimientos y sus gozos.

 

            Y todo esto, y más escuchado en ese lenguaje serio de un Jesús que no está jugando a ser hombre o Dios, sino que está poniendo toda su vida en juego por amor, un amor que todavía nos cuesta reconocer y una salvación que no terminamos de entender, nos puede resultar duro o esperanzador. Duro porque es real, porque lo palpamos, aunque lo queramos desdibujar desde la superficialidad; y esperanzador porque supone reconocer nuestra verdad y ese fondo que, cuando somos capaces de abrirlo, saliendo de nuestro encerramiento o empecinamiento, de nuestra propia autosatisfacción o superficialidad, nos permite experimentar que la vida y el horizonte desde él se nos abre, nos pone en camino, nos permite no paralizarnos y afrontar con una fortaleza especial la aventura real de nuestra vida sin lamentos y con esperanza, porque en el camino va dejando y creando retazos de vida que en él sabemos que se nos plenifica.

 

            Sí, cada día, llevando nuestras cruces y luces, no con resignación, sino como parte de nuestra existencia que él estimula caminando a nuestro lado, porque antes ha ido delante, para enseñarnos que cuando somos capaces de abrazar el camino del amor cada día, avanzamos en nuestro proyecto de humanidad, y la vida no se pierde, al contrario, encontramos la grandeza de su sentido y de su meta. A eso nos quiere seguir asomando esta nueva cuaresma cuya antesala estamos pisando.

 

ORACIÓN:

“Grandeza de lo que somos”

 

            Es cierto, Señor, lo sabemos pero solemos dar largas a las cosas, o nos detenemos en la superficie porque nos da “cosa” hincar el diente a la realidad, a nuestra realidad, a veces en una especie de inconsciencia que nos termina pasando factura a todos de una manera o de otra. Y tú nos sigues invitando a tomar la vida en serio, porque es seria. No significa que haya que verlo todo con dramatismo, o que no haya espacio a la alegría y a la fiesta, porque lo hay y lo debe haber, y porque en el fondo ahí nos quieres llevar. Tu mensaje no es de amargura, es de vida en medio de una realidad que tienes muchas caras y muchos momentos y situaciones. Por eso, hay que tomarla en serio, gozosamente en serio en unos momentos, esforzadamente en serio otras y, sí, dolorosamente en serio otras, pero todo ello con una perspectiva de esperanza, de sentido, de tarea ilusionada porque en medio de ella y con ella nos llamas a crecer en todos los ámbitos de nuestra existencia. Y eso nos descubre nuestro potencial, la limitación y la grandeza de lo que somos y estamos llamados a ser. Gracias, por ello, Señor, aunque me cueste entenderlo. 

 

CONTEMPLACIÓN:            

“No estoy solo”

 

Es mi día a día, Señor,

una aventura a descubrir,

una realidad que acoger,

una esperanza que despertar,

una tarea de mi crecer,

de saber por qué camino,

de saber a dónde voy.

Y creer que no estoy solo,

que aunque no te vea

sé que vienes conmigo,

en el aire que respiro,

en cada sonrisa abierta,

en una mano tendida,

en toda ansia de vida,

alienta mi alma dormida.

 

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