Sí a la vida, Señor,
a esta vida que tú
has puesto en marcha
y que no quieres que pare,
por eso la has hecho eterna;
por eso, la anhelamos
y la lloramos cuando
se nos va de nuestro lado,
aun sabiendo que la encontramos.
Sí a la vida, Señor,
a toda esa fuerza de vida
que brotando de ti
has derramado en mí,
para que la cuide,
para que la extienda.