TIEMPO ORDINARIO
Jueves 3º
LECTURA:
“Marcos 4, 21-25”
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: ¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz.
El que tenga oídos para oír que oiga.
Les dijo también: Atención a lo que estáis oyendo: La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.
MEDITACIÓN:
“Atención”
Sí, ya sé que no es la palabra más significativa y profunda, pero es el punto de partida. Tal vez, incluso, tenía que haber resonado el primer día, como una especie de toque de trompeta que nos anuncia que algo importante viene y, por ello, ayudarnos a ponernos en actitud receptiva. Porque si no, nos puede seguir pasando que repetimos cosas, mensajes, pero simplemente eso, repetimos, y así no levantamos vuelo, así no terminamos de recibir y aportar luz.
Y es que no se trata solamente de escuchar un mensaje, más o menos bueno, pero que terminamos acogiendo, o tenemos el riesgo, de acogerlo como rutina, sin que nos haga vibrar desde lo más profundo, porque no es mensaje cualquiera, ni viene de cualquiera, porque nos somos capaces de descubrirle el valor de lo nuevo, de lo que ilumina nuestro camino, del que nos ofrece líneas o perspectivas en medio de una maraña de realidades o de mensajes que proliferan de mil maneras y contenidos, y por todas partes y que, al final, nos desconciertan hasta el punto de no saber cómo responder.
La atención significa disponibilidad de acogida, no solamente a un mensaje sino, sobre todo, a una persona, Jesús. Receptividad, estar convencidos de que ahí nos llega algo tremendamente importante, algo bueno, algo que nos aporta no algo, sino todo, a nuestra realidad, a mi momento presente y futuro, que ayuda a mi andadura, que me aporta luz, que me interpela y me estimula. Atención para no quedarnos en las palabras sino para ser capaces de adentrarnos en toda la fuerza de su contenido, en sus implicaciones y consecuencias.
El mensaje que vamos a escuchar, la realidad de un Dios que quiere hacer historia con nosotros, hasta transformarla, que quiere ser luz en medio de nuestras sombras o nieblas, que quiere que lo que se gesta en nuestro interior se manifieste como una buena noticia para todos, en medio de tantas malas noticias y de tantas incertidumbres, que nos urge a poner lo mejor de nosotros porque nuestro modo de hacer va a terminar repercutiendo de la misma manera en nosotros.
Estar atentos no sólo a lo que nos viene de fuera sino sobre todo a lo que resuena en nuestro interior, en lo más noble de nosotros mismos cuando somos capaces de distinguir las voces que no son nuestras y que nos esclavizan, de las que nos están invitando a romper tantas ataduras que nos impiden ser nosotros mismos.
Estar atentos para escuchar y descubrir la voz de este Dios y de su presencia, que no es enemigo sin amigo, desde el que descubrir la riqueza de nuestra dignidad, junto y más allá de nuestra mera realidad física y material, descubriéndonos o proyectándonos en nuestra realidad más humana y humanizadora, porque para eso, para enseñarnos eso, se ha encarnado también él, y entendamos y veamos lo que eso significa. Y tener el valor, porque hace falta valor, el valor de los sencillos, no de los poderosos o encerrados en los esquemas de sus cuatro paredes raquíticas e interesadas, y sentir que nuestra vida y nuestra historia, mi vida y mi historia, no es un absurdo, sino que tiene sentido, aunque nos empeñemos en convertirla en una especie de pasión inútil.
Sí, estemos atentos, para dejarnos sorprender, aunque eso trastoque nuestra comodidad, porque se trata de nuestra vida y de nuestra historia, que tenemos que ayudar a salvar.
ORACIÓN:
“Ilusionadamente atento”
Señor, muchas veces damos la sensación de estar adormecidos, y de no ser capaces de dar a nuestra vida la fuerza y el peso que tiene. Nos dejamos arrastrar, no precisamente por lo malo sino por la corriente sin más, sin darnos cuenta de que hay que nadar hay que bracear. No basta entrar en el río, porque eso sin más nos puede llevar al fondo o llevarnos adonde no queremos y luego lamentamos de alguna manera. Señor, quiero seguir construyendo mi vida y quiero seguir haciéndolo contigo y desde ti. Todavía no hay nada ni nadie que me haya ofrecido algo más para construir mi historia, para salvarla y no para destruirla. Tu camino y tu horizonte me fascina, y aunque a veces sólo lo otee de lejos, por tantas realidades que me frenan o tuercen mis pasos, quiero reorientarme continuamente hacia ti. Ayúdame, Señor, a estar atento, ilusionadamente atento. Gracias.
CONTEMPLACIÓN:
“Dejar que entres”
Abrir los ojos
para ser yo mismo;
caminar a mi paso
y a mi destino querido,
buscado y trabajado.
Mantener viva la llama
de una vida conquistada
en la trama de cada día,
para hacerla mía.
Dejar que entres tú
y abras mis ventanas
para que tu aire fresco
reviva mi esperanza.
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