Tú vienes en mi barca,
a veces, parece que duermes,
y el vértigo me puede,
y todo se me viene abajo;
pones a prueba mis seguridades,
y me invitas a confiar en ti.
Tu silencio me asusta,
y escucho los chirridos de mis miedos,
pero tú estás conmigo, atento;
y, aferrado a esa certeza,
escucho el latido de tu presencia
callada, pero firme y cierta.