TIEMPO NAVIDAD
Día 30
LECTURA:
“Lucas 2, 36‑40”
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
MEDITACIÓN:
“Una mujer muy anciana”
Tal vez no nos parezca importante el dato, muchas cosas aparentemente no importantes nos pasan desapercibidas y, por eso, no terminamos de entender bien las cosas. Y asomarnos a todos los personajes que van a rodear el nacimiento de Jesús es sumamente importante, aunque puede ser que para algunos decepcionante. ¿cómo un dios serio puede andar con esas tonterías y pequeñeces? Y el caso es que eso va a ser la constante: un matrimonio pobre fuera de su casa y de su pueblo, una cuadra, unos animales, unos pastores, unos ancianos, y un niño que va creciendo como todos, al menos aparentemente.
Y esa será su constante cuando crezca, su hacerse presente donde nadie se quiere hacer presente, llevando una palabra de vida y de esperanza, de calor humano y divino, y seguido por un grupo de burdos pescadores y algunos indeseables. Y en medio de todo ello proclamará su acción de gracias a Dios porque se ha querido revelar a los pequeños y a los sencillos. ¿Qué se puede esperar de un hombre así que encima acabará crucificado como un malhechor, aparentemente abandonado de ese Dios Padre?
Sí, era normal que los grandes, los listos, los racionales, los sabios y sesudos estudiosos no se enterasen de nada y hasta les molestase. Y, sin embargo aquellos ancianos, Simeón ayer, hoy Ana, descubren en esa pequeñez la presencia de Dios, la luz de las naciones, el que podía liberar a Israel, y así lo grita y lo anuncia a todos. Ana es la primera misionera, porque ha encontrado lo que venía esperando. Dios no se olvida del hombre aunque el hombre lo olvide y hasta lo rrechace.
Y no, no es una vieja loca y atolondrada por los años. Es una mujer que ha vivido a la sombra y a la búsqueda de Dios. Su experiencia de la vida, la experiencia de haber palpado el dolor y el desvarío de los hombres, de sus miserias, no ha apagado en ella lo más importante, su esperanza en Dios. Cuando pasan los años, los desengaños de todo y de todos, hasta de las esferas religiosas constituidas por hombres con miserias también, no le han apartado un ápice de lo esencial. Han sabido distinguir la actitud y la respuesta humana, casi siempre decepcionante, de su esperanza en Dios que, tarde o temprano, se realiza.
Y es que los pobres y los sencillos saben distinguir y poner la fuerza en lo esencial, porque han descubierto que lo material es totalmente relativo, que lo que hace a un hombre humano es su interior, su riqueza interior, donde puede descubrir su fuerza y la fuerza de un Dios escondido en él empujando y estimulando su vida, sin necesidad de muchas liturgias y pomposidades o palabrerías bonitas pero vacías.
Ana, esa mujer anciana, nos deja la sabiduría de la vida, la sabiduría de la búsqueda y de la espera, la sabiduría de la esperanza que mantiene abierto el horizonte de la vida hasta el final, y ése es el mejor y el mayor tesoro que podemos descubrir, ayer, hoy y mañana. Eso es navidad de todos los días.
ORACIÓN:
“Buscadores del bien”
Señor, gracias por tanta gente sencilla que han sabido distinguir lo que permanece, lo que no falla, lo que da fuerza para mantener hasta el final el sí por la vida. Gracias porque en ellas vislumbramos lo que hay de verdad y de mentira en nuestras actitudes, y su esperanza nos sirve de estímulo y de interpelación, si es que estamos dispuestos a aprender. No parece lo normal hoy. Los mayores se ven ya casi como una rémora y una carga. Se valoran sus palabras como mirada al pasado y no como cúmulo de experiencia y de sabiduría de la vida que aprovechar, que no es lo mismo que copiar, y donde podemos aprender lo que de verdad merece la pena y permanece. Mantenlos firmes en la fe y en la esperanza, y a todos nosotros buscadores del bien. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Hay esperanza”
Hay vida,
hay vida hasta el final,
y hay esperanza.
Esperanza de lo bueno,
esperanza de sentido
en medio del sinsentido.
Esperanza en el corazón humano
que, tocado por el tuyo,
puede dar un vuelco
en cualquier momento
y despertar de su letargo.
Hay vida porque hay esperanza
y la esperanza siembra vida.
Deja una respuesta