TIEMPO ORDINARIO
Lunes 34º
LECTURA:
“Lucas 21, 1-4”
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.
MEDITACIÓN:
“Lo que les sobra”
Ésa es la cuestión de nuestra relación con Dios. Él nos lo ha dado todo, se ha dado todo, pero nosotros damos migajas de lo nuestro, migajas de nosotros, de lo que nos sobra.
Y no, no vamos a caer en el tópico. Por supuesto que si nos quedamos en el aspecto meramente material, es cierto, y el Señor lo sabe, que no podemos desprendernos absolutamente de todo. Eso sólo lo pueden hacer los pobres de verdad, materiales y de corazón, como esa viuda. Una pobre, pero rica mujer, que ha puesto de manifiesto, quién es Dios para ella, y hasta qué punto se siente, o mejor, se sabe, en sus manos. Eso es lo mejor del mensaje.
Pero no, no se trata solamente de lo que podamos echar en una colecta, que a lo mejor también; de aquello que podemos dar a los necesitados que, por supuesto, debía ser una obligación que nos naciese de dentro; sino, sobre todo, porque es de donde surge todo, cuál es nuestra actitud vital que debe de poner de manifiesto lo que supone Dios en nuestra vida, y hasta qué punto pone en juego todo lo que somos y tenemos, todo nuestro ser, porque hemos descubierto en él el sentido de la vida y de la historia..
Hasta qué punto Dios nos vincula a los otros, nos hace sentirnos implicados, en la tarea de la justicia o, simplemente, se convierte en alguien a quien pretendemos contentar con unos gestos, puede ser que generosos en nuestras posibilidades, pero que son como un favor que poco afecta a la raíz de lo que somos o debíamos ser. Y que pone de manifiesto hasta qué punto no le hemos entendido casi nada o ¿puede ser que demasiado?
A Dios, tenemos que reconocer que le damos migajas, tan migajas que a veces pasamos insensibles ante los demás, y nuestros gestos son de indiferencia o de justificación. Y así pasa el tiempo y nuestro hombre interior cambia poco. Nos cuesta descubrir que en el ámbito de Dios, cuanto más aprendemos a ser don para todos, desde los gestos y actitudes más sencillas, nos enriquecemos en nuestra humanidad, al paso que vamos sembrando algo diferente en nuestro mundo confuso.
Dios no puede ser un elemento más en nuestra vida, eso es lo que nos enseña Jesús a través de esa sencilla mujer. Dios es la razón de nuestro ser, de nuestro existir, de nuestro presente y de nuestro futuro, todo se debe sustentar en él y, cuanto mejor lo entendamos y lo vivamos, cuanto más implique la totalidad de lo que somos, más nos encontraremos con nosotros mismos y con los otros. Habremos entendido dónde está y cuál es nuestra verdadera riqueza.
ORACIÓN:
“Quién eres para mí”
Señor, cuánto tenemos que aprender de la gente sencilla, de aquellos que han llegado a entender que lo único que nos sustenta, el único que nunca falla y que sostiene nuestra vida y le da sentido y hondura, eres tú. Pero en esta sociedad del “bienestar”, donde todo se mide por el tener, el tener material, hablar de otras posibilidades se hace complicado. Pero lo importante es que yo te entienda. Que como aquella mujer yo sepa quién eres para mí; porque, al fin y al cabo, se trata de mi vida, de mi respuesta. A aquella mujer no le importaban los otros, ni lo que pudiesen decir, si era una imprudente o no, le importabas tú, y en ti había encontrado su riqueza y la razón de su vida. Mientras los demás hacían sus cálculos a ella no le hacía falta. Su certeza estaba en ti. Ayúdame a entenderlo, a comprenderlo y a asumirlo en mi vida. Gracias, Señor
CONTEMPLACIÓN:
“Todo, Señor”
Todo, Señor,
como no darte todo
cuando tú lo has hecho.
Me has dado la vida,
la tuya y la mía,
y tu don se ha hecho
don en mí.
Vida regalada
para que regale vida.
Mano tendida
que acaricie con ternura
tanto desaliento,
empezando por el mío.
Todo en ti y desde ti.
Todo, Señor.
Deja una respuesta