Semana 29 Viernes A

TIEMPO ORDINARIO

 

Viernes 29º

 

 

LECTURA:           

Lucas 12, 54-59”

 

 

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: «Chaparrón tenemos», y así sucede. Cuando sopla el sur decís: «Va a hacer bochorno”, y lo hace.

Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer? Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.

 

 

MEDITACIÓN:           

“Interpretar el tiempo presente”

 

 

            Es cierto, cuánto conocimientos hemos ido adquiriendo a lo largo de la historia partiendo de la experiencia de la observación de las cosas, y cómo todo ello ha ido desarrollándose hasta el momento actual en que los hombres hemos avanzado científicamente hasta cotas increíbles hasta hace pocos años. Sabemos interpretar cada vez más cosas del cosmos, de la naturaleza, del propio hombre a nivel personal y social. Pero todo ello, lejos de llevarnos a descubrir o reconocer la capacidad y los dones que hemos recibido por poder contribuir al desarrollo de la creación, nos ha llevado a engreírnos, a reconocernos con un poder especial que nos hace capaces no sólo prescindir sino negar a Dios.

 

            Y es que suele pasar que cuanto más cerca y evidente es una cosa se ve con más dificultad. Es aquello de que nadie es profeta en su tierra llevado a un sentido más amplio. Al cercano no se le valora ni se le reconoce su valía. Cuanto más motivos tenemos para asombrarnos ante la maravilla del universo, del macrocosmos y microcosmos, su belleza, y las posibilidades que nos sigue desvelando, menos vemos las manos creadoras y amorosas que están detrás.

 

            Le pasó lo mismo al pueblo judío. Toda su historia buscando e intuyendo los signos de la presencia de Dios, y cuando llega Jesús, que responde a todos esos signos, no son capaces de reconocerle porque es demasiado cercano, y porque desborda sus previsiones o las lleva a su hondura, cuando ellos se habían quedado en la superficie. Sus signos de liberación humana no les encaja porque les interpelan, algo con lo que no contaban, No supieron leer el tiempo presente, no supieron descubrir la presencia salvadora y liberadora de Dios, y lo quitaron de en medio. Como hoy. No se le puede matar pero se le elimina, se prescinde de él, y se niega su acción y su presencia dignificadora y plenificadora.

 

            Parece que tampoco queremos hoy interpretar el tiempo presente, y no nos interesa ver las consecuencias de nuestro empeño por prescindir de Dios. No queremos reconocer que cuando le rechazamos nos convertimos en señores que dominan, y junto ante tanto desarrollo científico, nos encontramos con una pobreza de valores, de humanidad, que clama al cielo. Y, así, tanta belleza, queda oscurecida por la fuerza del poder del mal que convierte al hombre en enemigo del hombre, y genera unas relaciones de mayor desconfianza cada vez.

 

            Nosotros, además de eso, lejos de caer en el pesimismo, debemos ser capaces también de leer el momento presente con los ojos y el corazón de Dios, dolorido pero esperanzado. Porque en el corazón del hombre sigue habiendo capacidad de amor. Y el Señor, lejos del lamento, nos quiere hacer ver que es en este momento y en estas circunstancias cuando estamos urgidos a ser más coherentes, a poner de manifiesto la fuerza y la presencia de Dios en nuestra vida que nos adentra en el camino del bien, de la paz, y nos compromete en sus construcción, cada uno desde nuestra realidad. Es el Dios que potencia lo mejor de nosotros, que nos abre horizontes, y que nos hace sensibles a todo tipo de sufrimiento para sanarlo. Es el Dios que dentro de nosotros nos empuja y estimula a dejarle que siga tocando nuestro corazón y el de cada hombre, para hacer posible un mundo mejor.

 

            Sí, sepamos leer que estos momentos de nubarrones, que  esta pérdida del sentido de Dios, es una llamada de su amor para que, sin miedo, hagamos presente su luz.

 

 

ORACIÓN:           

“Razón de mi esperanza”

 

 

            Es cierto, Señor, que no estamos sabiendo reaccionar. Que estamos tan desconcertados y que son tantas las voces que se elevan en contra, que parece que han conseguido acomplejarnos o meternos la duda en el cuerpo. Tiene más fuerza a veces para nosotros cualquier voz de fuera que la voz del Papa que se levanta con claridad y firmeza. Tal vez has sido un Dios tan externo que no te hemos dado la oportunidad de dejar que tocases profundamente nuestra vida y la sedujeras y, por ello, nos tambaleamos. Nuestra raíces su apoyan tenuemente en ti. Señor, dame el valor que necesito. Ayúdame a recordar que por muy oscura que sea la realidad tú estás ahí, llamando a mi puerta, y que éste es mi momento, el momento de dar razón de mi esperanza. Sabes que no es fácil, pero este es tu momento y el mío. Ayúdame. Gracias, Señor.

 

           

CONTEMPLACIÓN:           

“Mi momento”

 

 

Es hoy, Señor,

es hoy mi momento,

mi momento de vivir

y de poner vida.

Momento de abrirme a ti

y dejar que entres en mí

para sorber la fuerza

de tu amor regalado

y volcarlo convertido

en gestos de bien.

Es el momento de

gritar que estás presente

para enseñarnos a mirar

y a construirnos.

Es mi momento, Señor,

y no quiero que se pierda,

porque en este hoy

está también mi mañana.

 

 

 

 

 

 

 

 

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