Ante mis olvidos,
ante mis pasos tenues,
ante mis paradas
y desencuentros,
tú sigues recordando
y actualizando cada día
tu fidelidad y tu ternura,
tu misericordia y compasión.
Sigues saliendo a mi encuentro
a recogerme como oveja perdida,
a sanar las heridas
que mi indolencia producen.
No olvidas que soy hechura
salida de tus manos,
coheredero ¡qué locura!, de tu gloria.
Y en ese derroche de olvido
y de recuerdo amoroso,
sigues guiando y salvando
el misterio de mi vida.