TIEMPO ORDINARIO
Miércoles 15º
LECTURA:
“Mateo 11, 25-27”
En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
MEDITACIÓN:
“La gente sencilla”
Éste parece ser como el gran descubrimiento de Jesús, poder palpar que los que son capaces de acoger, de entender, de hacer suyo el mensaje del reino, no son los sabios, los estudiosos, los que tienen una gran inteligencia; y, por supuesto, muchísimo menos, los orgullosos, prepotentes, autosuficientes, ególatras, los seguros de sí mismos y poderosos, sino los sencillos, los que tienen el corazón abierto, los que han descubierto que desde el poder pueden esperar muy poco, y que donde se gesta todo lo mejor de nosotros mismos es en nuestro interior, en nuestro corazón, donde Dios puede asentarse cuando se le deja, y nos descubre la capacidad de romper barreras para acercarnos los unos a los otros.
Vivimos en un mundo cargado de intereses de todo tipo donde los otros cuentan muy poco, o incluso son tratados como medio de beneficio personal. Ya lo decía Jesús a sus discípulos en otro momento, poniendo de manifiesto claramente cómo los poderosos oprimen, para decirnos que nosotros “nada de eso”. A pesar de su claridad tampoco lo hemos entendido o acogido muy bien en muchos momentos. Pero lo cierto es que toda esa realidad de siempre y de ahora nos hace dirigir la mirada a la gente más humilde, más sencilla, donde la fe se vive con una confianza total, aunque tal vez no sepa expresarse desde las grandes afirmaciones de los “bien formados”; o, también, desde la experiencia sincera de aquellos que, desde una fe madura, han sido capaces de encontrarse profundamente con el Dios de Jesús.
Toda esa gente que desde el anonimato total, entregan su vida, sacan adelante y con esfuerzo su familia, trabajando incansablemente porque son más importantes los otros que ellos mismos, porque el amor es así, aunque hoy muchos no lo defiendan, porque lo queremos pasar todo por el sello del bienestar. Esas gentes que sin grandes conocimientos se han hecho unos expertos de hacer de su vida don, don callado, solidario desde la sencillez e incluso desde la pobreza o lo justo.
Gentes también, que más allá de sus valores, estudios, conocimientos o bienes, no se han puesto por encima de nadie, sino que todo lo que son y tienen les ha capacitado y sensibilizado en la solidaridad, en la cercanía, en la sensibilidad, y también han entendido que lo que tienen o les obra no les pertenece y que descubrimos que la vida tendemos que entenderla como don mutuo o todo se va al garete.
Sí, tiene razón Jesús cuando da gracias al Padre por la gente sencilla, porque ellas, sólo ellas, son capaces de acoger un mensaje de amor, de paz, de bondad, de perdón, de misericordia, de acogida, de vida, de esperanza. Es en esos corazones donde se puede asentar la felicidad del que ha encontrado el verdadero sentido de la vida, de nuestro paso por esta historia que a veces parecemos empeñados en destruir. Todos ellos son los puntos de esperanza de que algo nuevo y bueno es posible hasta que pueda consumarse su realización en el Reino de Dios.
ORACIÓN:
“Que no lo olvide”
Yo también te quiero dar las gracias, Señor, por haber hecho esta afirmación, porque nos aclara muchas cosas. Y la más importante es que seguirte, acogerte, vivirte, no es cosa de unos privilegiados, ni una tarea imposible y complicada, aunque hayamos terminado haciendo complicado lo que debía ser lo más natural y sencillo del mundo, la bondad, la ternura, la compasión. Todo lo has puesto al nivel de lo sencillo y de los sencillos; y, eso, estimula nuestra andadura a veces condicionada y torpe, no sólo por nuestras limitaciones sino porque nos han llegado a convencer de que estamos ante un mensaje de privilegiados. Por todo eso, gracias, Señor, gracias por bajarte a nuestro nivel y por elevarnos al tuyo. Ayúdame para que no lo olvide y, sobre todo, para que al saberlo así, ponga todo mi empeño para hacerlo cada vez más realidad en mí. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Así de hermoso”
Como el colorido de una flor,
como el canto de un pájaro,
como la corriente de un rio,
como los árboles de un bosque,
como la belleza de un amanecer,
y la soledad del desierto.
Como la sonrisa de un niño
y la mirada tierna de una madre,
así de hermoso y de sencillo,
como tu amor de Padre.
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