TIEMPO ORDINARIO
Jueves 15º
LECTURA:
”Mateo 11, 28-30”
En aquel tiempo, Jesús exclamó: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
MEDITACIÓN:
“Venid a mí”
Muchas veces nos quejamos de la supuesta lejanía o distanciamiento de Dios con respecto a nosotros. Otros, los que dicen no creer, se medio ríen, desprecian o justifican su actitud porque no sienten que Dios esté próximo a nadie ya que en nada se nota. Y mientras, entre unos y otros, a niveles distintos de fe o de ausencia de ella, Jesús nos sigue diciendo “venid a mi”.
Lógicamente, poco o nada de cercanía, podemos experimentar con respecto a Dios y a nadie si no nos acercamos a él, y mucho menos si nos distanciamos o negamos su presencia. Por eso esta llamada se hace nuclear, ven a mí y descúbreme, nos viene a decir. Ven a mí y me encontrarás. Ven a mí y ábrete a mi palabra, que brota cálida y comprometida dese el amor.
Pero todavía es necesario un paso previo. Si podemos acercarnos a él es porque él primero se ha acercado a nosotros. No es Jesús un mero personaje histórico que ha aportado un mensaje cargado de fuerza que gusta o no. Es la misma presencia de Dios encarnada que se ha acercado plena y definitivamente al hombre, y que se ha adentrado en nuestra historia con todas sus consecuencias, para que podamos, precisamente, experimentar que nos ama, que ha estado, está y estará siempre con nosotros.
Porque esa cercanía a todos es su cercanía a nosotros, a mí. Y porque esa misma llamada que hizo a quienes se acercaron a él, es la llamada que me hace para volver la mirada y el corazón, y descubrir la fuerza y el calor de su presencia en nuestra propia vida, no como capacidad de solucionarla a base de milagros, sino para ofrecernos el gran milagro de su hacer historia con nosotros, y de ser nuestro potencial de fuerza para llevar junto a él los gozos y las cruces de nuestro caminar diario, haciéndosenos llamada de vida y puerta de esperanza.
Ése es el secreto y el reto de nuestra posible experiencia de su amor volcado en y asentado en cada uno. Dios sale a cada momento a nosotros para poder hacer posible nuestro encuentro con él. Un encuentro de amor que dinamice y potencie nuestro ser y nuestro existir. Y todo depende de nuestra respuesta.
ORACIÓN:
“Tu cercanía”
Señor, tienes razón, siempre echamos balones fuera y proyectamos las culpas sobre los otros o sobre ti. Te peguntamos dónde estás pero no nos preguntamos dónde estamos. Parece como que en nosotros están todos los derechos y en los otros o en ti todos los deberes. Y tú sigues estando y esperando nuestra respuesta, nuestro abrirnos a ti, nuestro descubrirte no en el milagro de las cosas sino en el mismo milagro de tu acercarte a nuestra historia cuando podías prescindir de nosotros totalmente. Pero entonces sí que estaríamos perdidos y abandonados a nuestra suerte. Ayúdame, Señor, para que siga descubriendo cada día tu cercanía y mi necesidad de ti. Que siga ahondado en la fuerza liberadora y salvadora de tu palabra, al mismo tiempo que descubro la fuerza de mi dignidad y la de los otros. Que lo mismo que tú no dejas de venir a mí que yo sepa acercarme cada día más a ti. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Atraerme”
No quieres atraerme por la fuerza,
como un imán atrae el hierro
sin que éste pueda resistirse.
Quieres atraerme por la fuerza, sí,
pero por la fuerza del amor
que seduce hablando al corazón.
Quieres atraerme y vienes a mí
para que pueda acercarme a ti
y hacer que de ese encuentro
fluya la fuerza de mi existir.
Deja una respuesta