Semana III de Pascua – Sábado 1

SÁBADO III DE PASCUA

LECTURA:
“Juan 6, 60 69”

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mi, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

MEDITACIÓN:
“Se echaron atrás”

No es la frase más estimulante dentro de todas las que se nos ofrece cargadas de fuerza y de vida en este texto. Pero me parece bueno destacarla, no como algo negativo, sino como una realidad que ha estado ahí desde el principio, sigue estándolo, y nos debe servir, no de lamento o de crítica, sino de estímulo y de esperanza.

A veces nos falta capacidad para descubrir la riqueza de un lenguaje, de unos signos, de una significación, y nos quedamos pegados a la materialidad de las palabras. Sí, cierto, las palabras de Jesús habían sido desconcertantes, pero se vislumbraba por dónde iba. Para ponerlo en su lugar, claramente señala ahora que no habla de la carne en sí que hay que comer, que la carne no sirve para nada, pasa, sino que está hablando del Espíritu, de la fuerza de la vida, de su vida, inserta en un signo, y que tenemos que aprender a hacer nuestra, a adentrarnos en ella, a dejarnos transformar, vivificar por ella.

Todavía su lenguaje y su mensaje debe seguir ahondando, enriqueciendo, explicitando. Al final esa carne y esa sangre serán pan y vino que los asumen. Pero muchos no le darán tiempo ni oportunidad de seguir descubriéndole y, lógico, se quedarán con una imagen distorsionada. Como les puede pasar a muchos hoy, incluso a nosotros mismos, si nos estancamos, si no nos abrimos a su palabra, si nos quedamos en lo externo, si no ahondamos, si no vamos palpando una experiencia, la experiencia de un encuentro que nos va permitiendo entender, sintonizar e ir enriqueciendo nuestra experiencia y nuestra vida en relación con él. Porque toda relación que se interrumpe, que se rompe, o que ni siquiera se inicia, queda frustrada. O en otras casos, inmadura y desvirtuada. Algo que solemos percibir con mucha facilidad.

Así, muchos se echaron atrás, y se siguen echando atrás, también seducidos por lo más fácil. Y es que, Jesús es accesible, pero no se queda, no se puede quedar en lo externo. Jesús ha venido a penetrar en nuestros corazones, a iluminar y estimular nuestra realidad más profunda y auténtica, nuestro misterio humano. Y en esa zona nos da miedo entrar porque vislumbramos sus consecuencias. El tema es que nos están haciendo, o queriendo hacer vivir tan desde la superficie, que ya parece que sólo somos capaces de andar por nuestras orillas.

Por eso esta frase, que muestra la desilusión de Jesús ante nuestra incapacidad de ir más allá, nos tiene que servir de estímulo, de llamada. Tiene que mantener vivo o despertar nuestro empeño por descubrir nuestro tesoro interior, nuestro potencial, hasta dejarnos sorprender y reilusionar. Porque en nosotros no sólo hay carne y sangre material. Hay Espíritu y vida. Vida que está llamada a darse y crecer hasta la eternidad. Y esto no sólo no nos tiene que echar para atrás, sino lanzarnos con una fuerza tremenda hacia adelante.

ORACIÓN:
“Espíritu y vida”

Muchas veces pienso, Señor, que algo falla. Algo falla en nuestra realidad cuando nos cerramos a la vida y seguimos empeñados en adentrarnos en tantos signos de muerte; cuando nos aferramos a la mera materialidad que sabemos limitada, o a toda una serie de realidades o de actitudes que nos perjudican, pero que no sabemos o no queremos romper y superar, porque nos satisface su placer momentáneo, hasta llegar a movernos por esa parte instintiva que frustra nuestro potencial humano. Señor, sí, es cierto, son muchos los factores que influyen, pero a veces asusta ver que de manera amplia el desarrollo en la formación, al menos teórico, no parece descubrirnos más horizontes. Por eso, experimento la fuerza de tu palabra y de tu vida que lo llenan todo de espíritu y vida, y me abre dimensiones nuevas, horizontes de esperanza y posibilidades. Me ofreces palabras de vida eterna, y su fuerza me permite ir más allá de quienes la cierran. Y te doy gracias, Señor, porque en ti encuentro a quién y a dónde y por dónde quiero ir. Gracias. Señor.

CONTEMPLACIÓN:
“Ir a ti”

Quiero ir a ti, Señor,
quiero que mis pasos
sigan las huellas
de tu palabra llena de vida,
de tu Espíritu
que dinamiza el mío,
de ti que me abres puertas,
y llenas de luz
los resquicios de mi existencia.
Quiero ir a ti,
aun con paso torpe y lento,
y caídas que frenan mi fuerza.
Pero quiero ir a ti
porque en ti encuentro vida.
             

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