Jueves después de ceniza – 0

                                               JUEVES DESPUÉS DE CENIZA   

 

 

 

 LECTURA:          

Lucas 9, 22‑25”

 

 

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos  sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

            Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga  conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve  a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

 

 

MEDITACIÓN:    

“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo?”

 

 

            Unos te responderán, Señor, que de nada; pero hoy parece que la tónica general es que todos, o la mayoría prefiere ganar el mundo. Al final, hay que ir a lo seguro, y parece que no te has dado cuenta. Hasta lo expresan de alguna manera nuestros refranes ricos en contenido: “Más vale pájaro en mano que ciento volando”. Y, al final, Señor, el mundo lo tenemos a mano; lo podemos tocar y ver; lo otro, la plenitud, el más allá, el cielo, no deja de ser una oferta que nos haces pero que nuestros ojos no ven, es algo de fiar y hoy nadie se fía de nadie. Y con todas sus lacras preferimos este mundo.

 

            El caso es que, a pesar de todo, somos tremendamente incoherentes, o extraños. Porque se podía elegir el mundo para hacerlo mejor, para transformarlo, para hacer que en él se viviese con más paz, con más justicia, con más honestidad; y puede ser que sea así, pero parece que hacemos muy poquito por conseguirlo. Y no hace falta más que mirar alrededor una vez más. Sí, descubrimientos, muchos; avances tecnológicos, sin cuento; pero humanidad, valores, dignidad, justicia, siguen siendo las tareas pendientes que nos trasmitimos de padres a hijos. Clamamos por la vida pero buscamos la forma de eliminarnos; avanzamos en medicina pero luego cortamos porque salimos caros;  buscamos derechos y libertades pero no se respeta a los que piensan diferente. Nos comunicamos con las nuevas técnicas con los de lejos y nos incomunicamos con los de cerca. Decimos amar la naturaleza y la destruimos.

 

            Y al final, cuál es el mundo que queremos ganar? ¿el del dinero, de la fama, de la imagen, de hacer lo que uno quiere al margen de los demás, y para eso los demás ya no cuentan? Derechos, leyes, de todas y de todos los tipos, pero se incumplen o se eluden con toda la tranquilidad y legalidad injusta. Conseguimos felicidades materiales pasajeras, pero no parece que haya más planteamientos para no dañarnos a  nosotros mismos.

 

            Sí, tenemos tarea aquí para transformar nuestro mundo, para hacerlo mejor, más habitable, para disfrutar de sus maravillas, para experimentar la posibilidad de vivir como humanos y como hermanos, pero aumentamos el aislamiento y el individualismo, y compaginamos y generamos todo tipo de contradicciones. No cabe duda de que podemos y debemos hacer más mundo y ser felices juntos en él. Pero eso exige un proyecto base en el que podamos encontrarnos y parece un sueño imposible.

 

            Ante todo ello sigue resonando tu voz, Señor, para salir de nosotros mismos, para romper esas barreras que creamos y que nos convierten en enemigos y nos impiden ver la realidad y las consecuencias de nuestro cerrado hacer. Nos pide morir un tanto a nosotros para darnos vida entre todos. Y eso, además de abrirnos horizontes terrenos, nos abre también horizontes de eternidad, como acción del amor de Dios en nuestra vida, que no es enemigo, sino amigo a la puerta. Y en esta cuaresma de nuevo nos quieres ayudar a entenderlo y acogerlo mejor. Aprovechar este tiempo nos va mucho a todos, aquí y ahora; aquí y para siempre. Ganemos el mundo, en el mejor sentido de la palabra, para ganar también el cielo que es la parte de nuestro ser completo y definitivo.

 

ORACIÓN:    

“Sed de eternidad”

 

 

            Señor, no te tomaste esto a broma. No se trata de un empeño humano, sino de un empeño divino, un empeño tuyo. Y un empeño de Dios no es un juego de niños, ni algo que si se coge o no es indiferente. Pero parece no interesarnos, Señor, No merece la pena ganar algo que se queda aquí, pero sí merece la pena cuidarlo para que sea bello y nuestro paso por él se nos haga hermoso, y podamos experimentar la vida como un regalo. Es cierto que toda nuestra realidad condicionada y limitada nos marca el proceso, pero es ahí dónde nos permites inventar, desarrollar para responder cada vez mejor a todos los retos y carencias. Es nuestra sed de eternidad y acallarlo genera vacío. Por eso, junto a todo ello, late nuestra ansia sincera de vida, de algo mejor, de paz y libertad que no se acaben. Es la que estamos llamadas a construir, la que ganamos cuando ganamos el mundo desde ti para todos. Como la casa común de nuestro paso a la casa definitiva. Ayúdame a descubrirlo en su riqueza, a vivirlo y ayudarlo a vivir, Señor. Gracias.

 

 

CONTEMPLACIÓN:   

“Ganar este mundo”

 

 

No dejes de venir,

no dejes de llamar,

no dejes de salvar.

No cierres nunca tu horizonte

porque es mi horizonte;

no apagues tu luz

porque es mi luz,

la fuente de mi vida,

la que me permite sentir

que tengo que ganar, sí,

tengo que ganar este mundo,

desde el amor a todos,

para llegar a ti.

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