A veces me canso, señor,
de querer y no poder,
de poder y no querer.
Siento el peso de mi impotencia
y la debilidad de mi fuerza.
Pero el susurro de tu palabra
me habla de tu presencia
siempre cercana,
despertando anhelos,
forjando sueños,
dibujando deseos
poniendo luz en mi camino,
descubriendo el valor de mis gestos
y abriéndome horizontes nuevos
de mi ser hombre contigo.