TIEMPO ORDINARIO
Sábado 32º
LECTURA: “Lucas 18, 18”
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».
Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
MEDITACIÓN: “Sin desfallecer”
Ante la oración tenemos siempre como un doble sentimiento. Por una parte sabemos de su importancia marcada por el mismo Jesús y, sin embargo, no cuesta adentrarnos en ella, a veces, incluso, con una sensación de que no es lo más importante que tenemos que hacer, y por eso nos puede con facilidad la actividad y el cansancio, Y, sin embargo, Jesús sigue siendo claro y tajante. Orar sin desfallecer. EL papa Francisco nos lo decía con expresión contraria “orar hasta desfallecer”, pero significando lo mismo.
Creo que con esta palabra podemos experimentar como dos llamadas o dos sentimientos que están latentes en el deseo de Jesús. Por una parte, la llamada a no cejar en la oración, sin cansarnos, de manera continua, insistente y, sobre todo, confiada, porque en esa actitud ponemos de manifiesto la verdad de nuestro deseo, de nuestra necesidad. No nos dirigimos a Dios para presentarle tonterías o insignificancias. La mujer de la parábola no sólo es una pelma, está pidiendo justicia, y en ello le va mucho, por eso insiste una y otra vez, sin cansarse. Tiene derecho a ser escuchada y sabe que su insistencia acabará derribando el muro de la indiferencia del juez injusto. Dios nos es indiferente, es justo y, además, misericordioso, pero también pienso que nos ayuda a descubrir lo que es crucial en nuestra vida.
Por eso, en segundo lugar, creo que ése “sin desfallecer” que nos pide Jesús está queriendo poner de manifiesto nuestra confianza, nuestra seguridad de que Dios nos escucha y nos responde en el momento preciso. Dios nos ha manifestado su justicia en medio de nuestras injusticias. De alguna manera podemos decir que su sentencia está echada a favor de sus pobres ante la indiferencia de muchos, y en su día esa justicia será clara y definitiva.
La respuesta de Jesús a nuestra oración va mucho más allá de nuestro presente. Tal vez alguien pueda pensar que eso no interesa, que es en el ahora cuando necesitamos dar respuesta a nuestras necesidades y carencias materiales, pero la justicia de Dios, además de respetar nuestra libertad, va mucho más allá, también se puede realizar aquí, pero es más plena y definitiva. Es la realización plena y plenificadora de nuestra dignidad que él escucha, acoge y realiza. Por eso, no nos cansemos nunca de orar. Dios nos responde siempre desde la fuerza de su Espíritu de amor en el ámbito pleno de nuestra salvación. Como él mismo nos dice esto sólo lo podemos alimentar y experimentar desde el ámbito de nuestra fe.
ORACIÓN: “Me escuchas”
Señor, sé que me escuchas y sé que en tu misterio de amor acoges mi oración y respondes a ella desde la totalidad de mi vida que sólo tú conoces. Nos gustaría muchas veces entrar en la dinámica de lo concreto, del te pido y me das, pero la vida es más seria que ese juego de niños, y conlleva el peso y la realidad de nuestra libertad y de nuestro ser criaturas. Pero sé, y eso me basta, que toda mi oración, desde mis necesidades y carencias y, desde mis peticiones, a veces desde mi visión concreta y limitada, tú la acoges en tu misterio de amor y en mi camino de salvación, ante el que desde la seguridad de tu escucha, sólo me queda decirte “amén”. Por eso, gracias, Señor, y déjame seguir dirigiéndome a ti, incansable, firme, convencido de tu respuesta de amor, sin desfallecer.
CONTEMPLACIÓN: “Mi oración”
Es mi oración la corriente de un rio
que no puedes dejar que se seque;
o tal vez como ese cauce seco
que espera ver correr las aguas,
que un día le dieron forma,
y que sabe que tarde o temprano
volverá a acogerla y darle vida.
Porque es esa corriente la que verdea
y hace florecer mis orillas
aun después del duro invierno.
Sí, como esa agua imparable,
igual que ese cauce expectante,
como que esa corriente de vida,
terca, fuerte, suave, fresca,
esperanzada es mi oración.
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