TIEMPO ORDINARIO
Lunes 32º
LECTURA: “Lucas 17, 1-6”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «lo siento», lo perdonarás.
Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
MEDITACIÓN: “Tened cuidado”
Sí, me parece muy importante esta advertencia de Jesús que nos hace de manera directa. Y es que muchas veces, casi sin darnos cuenta, asumimos ciertas formas de actuar que, si saber muy bien por arte de qué, nos mete en actitudes negativas que no somos capaces de captar en toda su negatividad. Podemos estar escandalizando sin ser conscientes de ello; podemos estar haciendo algo muy mal sin captar las consecuencias de su negatividad. Podemos estar justificando algo negativo con razones que nos han hecho creer que está bien cuando no lo es.
Vemos muchas actitudes de esas en los evangelios en medio de situaciones en las que se encuentra Jesús y que, al fin y al cabo, son actitudes universales de entonces y de ahora, lo que pone de manifiesto lo fácil que es cerrarnos en comportamientos que nos incapacitan para ver la bondad o maldad de sus efectos. Por eso la llamada de Jesús es muy importante y va más allá de los meras actitudes morales, sino de realidades que pueden conformar negativamente nuestros gestos si no somos dueños de ellas.
Además, muchas veces, más allá incluso de la bondad o no de lo que hacemos en sí, se vea o no se vea, está lo que hacemos desde nuestra realidad de creyentes, de discípulos de Jesús. Porque quienes nos miran no ven solamente a una persona cualquiera sino a alguien que se declara inmerso en un ámbito concreto que de alguna manera lo define. Por eso, cuando actuamos negativamente, o damos esa sensación, las repercusiones no son meramente personales sino que inciden en la propia Iglesia sobre la que se carga los efectos de nuestras actitudes.
Por eso, ese “tened cuidado” va más allá de las consecuencias sobre nosotros y sobre aquellos a quienes podemos no hacer el bien. Incluso más allá, porque el último que paga las consecuencias es el mismo Dios a quien se le puede rechazar, y de hecho muchos lo hacen, por nuestros comportamientos negativos o indiferentes. Por todo ello, ser conscientes de nuestra realidad se hace especialmente importante porque son muchas realidades las que quedan implicadas en nuestro hacer o no.
Al final, descubrimos que el bien o el mal que hacemos nunca es indiferente, por muchos que algunos puedan decir que son libres para hacer lo que quieran. No es cierto, vivimos en relación, creyentes o no. Nuestra realidad social nos implica. Y cuidar esa sensibilidad en nosotros tiene que tener un significado y una fuerza especial. Por eso, repensar nuestras actitudes puede ser un buen ejercicio para saber, con humildad y verdad, dónde nos encontramos. También a ello nos mueve la realidad y el sentido de nuestra fe.
ORACIÓN: “Poner sensibilidad”
Señor, hay momentos en los que de repente descubro en mí actitudes que había justificado con mil razones, mías, por supuesto, creyendo que era correcto lo que a todas luces no lo era. Y tiene que pasar el tiempo y las experiencias hasta que de repente, en un momento dado, te das cuenta del error y con qué facilidad nos engañamos a nosotros mismos. Y casi, además de sorprenderte, te da hasta un poco de miedo, ser consciente de la facilidad con que nos engañamos y nos podemos meter en la corriente de algo que, de entrada, no aprobarías nunca. Dice el refrán que “nunca es tarde si la dicha es buena”, pero eso da pie para dar más peso a tus palabras y andar con cuidado y sensatez en aquello que hacemos. Puede ser que las consecuencias no sean especialmente significativas para otros, pero, al final, el mayor mal recae sobre uno mismo y la propia coherencia de lo que es o desea ser. Por todo ello gracias, pues me permites descubrirme y ayudarme a poner sensibilidad en lo que soy y lo que hago. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Tu aliento de amor”
Son los pensamientos
como nubes que se interponen
ante mi y la realidad
y me impiden ver con claridad
lo que se esconde tras ellas.
Y soplas con tu aliento de amor
para disipar poco a poco
la niebla que entorpece mis sentidos
hasta dejar ver la desnudez
de mis gestos vacíos e insensatos.
Y así vuelves a hacer salir el sol
para dejarme otear de nuevo
la claridad inserta en mi memoria.
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