TIEMPO ORDINARIO
Viernes 30º
LECTURA: “Lucas 14, 1-6”
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó: ¿Es lícito curar los sábados, o no? Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado? Y se quedaron sin respuesta.
MEDITACIÓN: “Se encontró delante un hombre”
Cómo contrastan las actitudes de Jesús y la forma de reaccionar ante las situaciones, ante las realidades de las personas, con respecto a nosotros. Sí, hay que decirlo así porque muchas veces nuestras actitudes son más parecidas a las de esos letrados y fariseos que a él. Por eso nos tenemos que parar una y otra vez ante Jesús y respirar su forma de ser.
Dice el texto que “se encontró” delante. Podíamos decir casi se tropezó con ese hombre enfermo, limitado, condicionado y, seguramente, un tanto al margen de toda la situación de su entorno, como a veces hacemos con muchos tipos de enfermos. Y Jesús no pasa de largo, ni se conforma con un saludo. Lo toca, lo cura y lo despide. No es sólo el gesto de sanación física, es el gesto de sanación humana, lo toca y lo despide. Imagino que con afecto, aunque no lo diga el texto. Y los demás callan. Callan porque rechazan el gesto, porque no les importa el hombre, les importa el sábado. Y en el sábado, día precisamente del Señor, se puede hacer una fiesta, según ellos, una comida, pero no se puede hacer el bien a alguien, no se le puede curar, no se le puede acoger, que es el primer paso de toda sanación, aunque no llegue la física.
Y ante esta actitud de Jesús y de aquellos personajes, me preguntaba sobre mis actitudes cuando me encuentro delante con alguien necesitado. Si mis gestos, mis reacciones, son sanadoras o de indiferencia. Si me acerco, acojo, toco, escucho, pongo en marcha lo que esté a mi alcance para que el otro se sienta persona, o paso con indiferencia, porque no me interesa o porque ni siquiera soy consciente, ni me planteo que mi cercanía puede ser sanadora para el otro.
Puede ser que no sea fácil, que ni nos lo haga posible muchas veces el ambiente, o eso pensemos, pero ahí está la diferencia de Jesús con nosotros. Dice el texto que muchos le espiaban para ver qué hacía. Y a nosotros también nos espían, nos miran. Unas veces para denunciar y condenar, como lo hacían con Jesús. Otros, tal vez, porque esperan de nosotros gestos especiales, como seguro que también los había entre aquellos que andaban por allí.
Jesús nos enseña humanidad. Nos muestra los medios que tenemos para humanizar nuestras relaciones, nuestro mundo, y ninguno pasa por la indiferencia, sino por la cercanía, por la sensibilidad, por la compasión, por la misericordia, sea sábado, domingo, lunes, o cualquier día y hora de la semana. Porque el bien no conoce de tiempos, sólo de humanidad y, nos cuesta descubrir que ése es el primer y gran milagro que estamos llamados y podemos realizar todos ante todo hombre que se nos presenta delante. Y a nosotros nos interpela o nos llama de un modo especial.
ORACIÓN: “Detalles de humanidad”
Señor, tengo que reconocer que no sé reaccionar como tú. Hay algunos que somos de reflejos tardíos y ante las primeras reacciones nos quedamos bloqueados, mientras que otros, en seguida reaccionan. Tú estás ahí. El tema es saber siempre acertar en la reacción, y la tuya está cargada de gestos, de sensibilidad, de detalles de humanidad. Sí, ya sé que no todos somos iguales y que tampoco nos pides la misma agilidad, pero sí que esperas de nosotros, de mí, respuestas, gestos de cercanía y de acogida; actitudes que de una manera o de otra me lleven a descubrir la forma de aportar lo que soy para salir como respuesta al encuentro del otro. No se trata de rapidez sólo, sino de corazón y, tal vez, el mayor fallo, esté ahí. Por eso me gusta verte así. Tus reacciones me estimulan. Son la mejor llamada e invitación y trato, aunque sea lentamente, de aprender. Ayúdame. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Sed de ti”
Me has encontrado
y he escuchado tu voz,
Has tocado mis heridas
y has curado mi sed de ti.
He visto el brillo de tus ojos
desplegando tu compasión,
y un halo de esperanza
ha recorrido mi cuerpo
como un vestido nuevo
que reflejaba tu vida en mí.
Y ahora sólo espero y deseo
poder vivir desde ti.
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