TIEMPO ORDINARIO
Martes 29º
LECTURA: “Lucas 12, 35-38”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos.
MEDITACIÓN: “Encendidas las lámparas”
Siempre me ha parecido estimulante esta imagen y esta llamada. Puede parecer en un principio que nos está presentando un panorama oscuro en el que preferimos no pensar, sobre todo, si lo situamos solamente de cara al momento de la muerte, pero sólo desde ahí también resulta estimulante. Lo peor que podemos hacer es tratar de ocultar o evadir algo que está ahí, y que forma parte de uno de los aspectos más reales y ciertos de nuestra vida.
Mientras a unos les parece suficiente vivir desde “el comamos y bebamos que mañana moriremos” y pueden afirmar que eso les llena y que es lo único que merece la pena, cuando no hay más perspectiva y horizonte y cuando todo se enfoca desde uno mismo al margen de todo, Jesús nos invita a vivir con las lámparas encendidas. Es decir, con sensatez, con lucidez, recibiendo luz de quien nos la puede dar y ofreciendo luz, claridad, vida, esperanza, bien.
Tenemos suficientes y tristes evidencias, demasiadas, para palpar las consecuencias de hacer la vida desde perspectivas de oscuridad. El dolor que de mil manera generamos y que nos empeñamos en alimentar, en extender hasta extremos delirantes que podemos tildar claramente de inhumanos. En medio de esa fuerza de mal que nos atenaza, Jesús nos invita a acoger su luz, a vivir en actitud activa, ceñidos los lomos, haciendo el bien aún en medio del mal y de la oscuridad.
No se trata de ser negativos, ni de no ser capaces de descubrir la fuerza de todos los que también se empeñan en acoger la luz y en proyectarla a pesar de las dificultades. Porque, además, eso se convierte en estímulo. No libramos una batalla solos. Somos muchos, aunque haga más ruido un árbol que se cae que todo el bosque que permanece en pie. Pero, ciertamente, la fuerza del mal es tremenda y, a veces, nos paraliza y, otras, puede que tenga el riesgo de seducirnos.
Por eso, resulta muy importante la llamada de Jesús en nuestro ahora. Es una llamada a vivir atentos, abiertos, receptivos y acogedores de su luz, de su fuerza, de la fuerza de su Espíritu que hemos recibido en nuestro bautismo, y que podemos estar seguros de que es más fuerte que cualquier mal, por violento que sea. Estamos llamados a acoger esa luz de la fe que nos abre al bien y a la esperanza, a acoger al Señor y a llevarlo en nuestra vida poniendo en juego, trabajando, lo mejor que hay en nuestro corazón, porque todo ello es regalo de su amor para nuestro bien, pare el bien de toda la humanidad.
ORACIÓN: “Crecer en el bien”
Señor, gracias por iluminar mi oscuridad y la que me envuelve. Gracias por ayudarme a descubrir todo lo que hay de luz, de fuerza en mí. Gracias por ayudarme a hacer presente que todas las potencialidades que has puesto en cada ser humano, en mí, están encaminadas al bien, y tenemos que intentar devolverles el sentido para el que tú las has depositado en nuestra realidad personal. Ayúdame a desarrollar esa astucia, esa sagacidad para el bien a la que tú nos invitas. Ayúdame a superar la ingenuidad que, muchas veces con buena voluntad quiero poner en juego, y que ya tengo la experiencia de que termina convirtiéndose en una trampa para mí mismo. Me cuesta asumir que, al final, estamos inmersos en una lucha, y que el mal lo tiene más claro que nosotros. Que la bondad no me haga ingenuo sino fuerte, fuerte contigo para aportar luz, sensatez, paz, para crecer y ayudar a crecer en el bien. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Eres la luz”
Eres la luz
empeñada en iluminar
mis sombras
para descubrir tras ellas
la fuerza de tu semilla
que busca germinar en mí.
Eres la luz
que descubre
mi grandeza y mi miseria
y sigue abriendo mi horizonte,
empujando mi respuesta.
Eres la luz
de mis largas noches de espera,
de mi esperanza herida
y de mi amor dormido.
Eres la luz,
y eso me despierta y me salva.
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