Semana 22 Viernes

TIEMPO ORDINARIO

 

Viernes 22º

 

 

LECTURA:                  Lucas 5, 33-39”

 

 

En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los letrados: Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio los tuyos, a comer y a beber.

Jesús les contestó: ¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.

Y añadió esta comparación: Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque revientan los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Esta bueno el añejo».

 

 

MEDITACIÓN:             “Vino nuevo”

 

 

            Puede ser que algunas cosas, palabras o actitudes de Jesús nos cueste encajarlas porque hay que verlas en su contexto. Todo no es extrapolable a nuestra realidad porque, ante todo, la realidad de Jesús se presenta como un signo de la presencia salvadora de Dios en medio de la historia y como cumplimiento de unas promesas esperadas por el pueblo de Israel que Jesús tiene que hacer visibles. Lo importante no va a ser que luego todos sus milagros y sus gestos se cumplan en nuestra realidad, sino que todo lo que ha realizado nos sirva para reconocer en él la presencia especial de Dios que nos anuncia y garantiza que no camina al margen de nuestra historia, que no nos ha olvidado ni es indiferente, que es Dios con nosotros, que es cierto que hay en nuestra vida una dimensión nueva, desbordante, que no nos viene de nosotros, que nos viene de él, y que está llamada a adentrarnos en la vida como en una especie de torrente nuevo, que nos descubre o quiere descubrirnos la fecundidad de nuestra vida en él.

 

            Jesús es el novio esperado desde los profetas y tiene que notarse en ese momento su presencia, ya llegará el momento de ayunar o de orar de forma nueva. Es vino nuevo y nadie puede intuir en ese momento hasta qué punto ese vino va a ser signo de su presencia nueva, de su entrega, de su correr por el interior de los creyentes, como una savia renovadora capaz de poner en movimiento lo mejor de nosotros, y de convertirse en fuerza para hacernos capaces de ser don, vida entregada, como él.

 

            Cada eucaristía se convertirá en el milagro de la donación de ese vino nuevo, reciente, para volcarse en los odres de nuestra vida, de cada uno de nuestros días, siempre también nuevos o que quieren ser renovados por él y desde él, porque cada día viene novedoso en su reto, en su tarea, a la que estamos llamados a responder con toda la fuerza y la capacidad de nuestro ser y de su don.

 

            Parece una llamada bonita, dicha así, pero al mismo tiempo nos resulta compleja. Nos ilusiona esa novedad que tratamos de trasladar a nuestros modos de seguimiento, hoy le llamamos nueva evangelización, pero con el riesgo siempre de la seguridad y del querer hacerlo con parches de mantos que ya  no sirven. Tan complejo que pocos entonces fueron capaces de acogerlo y hoy también.

 

            Da la sensación de que, a veces, la dimensión religiosa nos anquilosa, pero somos nosotros los que buscamos seguridades, los que frenamos nuevos ámbitos, mientras que Jesús nos sigue abriendo campos, horizontes, perspectivas. Toda su acción fue una novedad en la fidelidad y, por eso, en mirarle a él y aprender de él sigue estando la garantía de nuestro acogerle y anunciarle, sin miedo a los nuevos odres, a los nuevos mantos, a la alegría gozosa de saber que el novio se ha quedado con nosotros, camina en los senderos de nuestras esperanzas y nuestras cruces y que, por ello, seguimos necesitando del signo del ayuno y de la fuerza de la oración, junto a la alegría de la certeza de saber que con él caminamos hacia el banquete definitivo.

 

           

ORACIÓN:               “Manifestar tu presencia”

 

 

            Señor, las palabras nos suelen sonar bonitas, pero el problema no es pronunciarlas sino darles forma, lo sabes y lo sé. Muchas veces nos puede más el deseo desencarnado que la acción concreta de dar con el modo de darle forma, de hacerlo eficaz. Pero es ahí donde apoyas la verdad de lo que decimos creer y desear. Es ahí donde estamos llamados a poner de manifiesto que no nos movemos entre palabras vacías sino antes realidades que nos mueven y que nos ayudan a poner en marcha nuestra creatividad, a dar con las formas y modos de encarnarlo en el marco concreto de nuestra vida. Lo que descubrimos y manifestamos como bueno prueba su verdad no en nuestra admiración, sino en nuestra búsqueda personal y conjunta de lo que permite y ayuda a hacer posible su verdad. Tenemos que estar atentos porque el estar inmersos en un ambiente que lo facilita y lo acomoda todo nos puede arrastrar. No significa que no tengamos derecho a espacios de descanso y de fiesta, significa que tenemos que sentirnos inmersos en una llamada a manifestar tu presencia y tu mensaje salvador con todo lo que conlleva de vida, de fuerza, de luz, de alegría por haber dado con lo que nos permite vivir en clave de novedad, activos, vivos, despiertos. Gracias por haberme permitido sentirme inmerso ahí.

 

           

CONTEMPLACIÓN:                  “El vino nuevo de tu vida”

 

 

Mientras seguimos atrapados

en el vino viejo

de nuestras sombras,

de nuestros orgullos y violencias,

de nuestras barreras

que tiramos y volvemos a levantar;

mientras arrastramos nuestras

miserias de siempre,

me sigues ofreciendo

el vino nuevo de la vida,

de la fraternidad y la paz posible,

que se desprenden de tus manos

para colmar  nuestro

corazón dispuesto.

Vienes con la novedad de la vida,

con la alegría de la boda

que hace creíble el amor.

Y seguimos con  nuestro vino

rancio y viejo

al que se ha hecho el paladar

de nuestra historia.

Pero vienes, estás,

y sigues empeñado en ofrecerme

el vino nuevo de tu vida,

de mi vida si lo bebo.

 

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