Semana 23 Lunes

TIEMPO ORDINARIO

 

Lunes 23º

 

 

LECTURA:               Lucas 6, 6-11”

 

 

Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: Levántate y ponte ahí en medio. Él se levantó y se quedó en pie.

Jesús les dijo: Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir? Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: Extiende el brazo. Él lo hizo y su brazo quedó restablecido.

Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

 

 

MEDITACIÓN:                “Estaban al acecho”

 

 

            No es que me empeñe en fijarme en las frases más negativas, pero es que es algo que se repite en las relaciones de Jesús  con esos personajes y porque, además, de alguna manera, forma parte de un riesgo que tenemos en nuestras propias actitudes de forma más común de lo que en ocasiones somos conscientes.

 

            De entrada, da un tanto de tristeza el descubrir a personas, no ya que viven acechando a otras, en este acaso a Jesús, sino que ese acecho se cierne sobre actitudes positivas. Tendría cierta lógica que alguien  quiera acechar a quien va a hacer mal para recriminarle o corregirle, pero que lo haga ante una actitud positiva es un tanto delirante. Quién no se alegra de que alguien haga el bien, cure, sane, ayude, se preocupe de los otros, al margen del lugar, del día, la hora o lo que sea; lo importante es que se haga el bien. Pero no es así. En este caso es como la pérdida total del sentido de la norma y del bien, algo que Jesús se empeña en corregir y enseñar, a pesar de los riesgos.

 

            Pero, como decía al principio, lo triste es que esta actitud, aunque tal vez no ceñida por el día o el momento, forma parte del misterio del sentimiento humano. Porque sí, hay momentos o circunstancias o situaciones en los que no sólo deseamos el mal a alguien, sino que hasta nos llega a fastidiar el bien que le pueda suceder a los demás, o a alguien en concreto que, por lo que sea, no nos cae bien o no vemos con buenos ojos. O también malinterpretamos el mal que pueda hacer y lo cargamos de segundas intenciones oscuras. Y eso hace que también en ocasiones tengamos el riesgo de vivir al acecho. Son como sentimientos universales que no logramos apartar de nuestra realidad humana, de nuestras relaciones. El rencor, la envidia, la venganza, la superioridad, el abrogarse la verdad para uno mismo, o cualquier otro sentimiento no controlado, nos lo puede hacer fácil, más fácil de lo que pensamos.

 

            Y hay que estar atentos, porque es parte más oscura de nosotros nos puede jugar malas pasadas y, hasta a veces, tenemos más riesgo cuando lo apoyamos en una religiosidad cerrada y no trabajada, como aquellos fariseos. Cuando nos empeñamos en estar más pendientes de los otros para condenar que en nosotros mismos, para convertirnos y vivir en clave de compasión, de perdón y de misericordia. Cierto que a veces no es fácil, pero por eso tenemos que mirar continuamente al maestro. Por eso tenemos que aprender a abrir nuestro corazón al despojo sincero de nuestro corazón. Por eso tenemos que intentar mirar con ojos y corazón de Cristo, de manera que hagamos posible que no se nos anquilose y él lo mantenga vivo, extendido, para ser hacedor de bien, cuando sea, como sea y con quien sea, como él, sin más. La luz de la fe es la que nos ilumina y nos ayuda a estar al acecho de nosotros mismos pero para descubrir siempre el bien, venga de donde venga, porque el bien es de Dios y nosotros de él.              

 

 

ORACIÓN:                 “La búsqueda del bien”

 

 

            Señor, es cierto que nuestro corazón es desconcertante. Con qué verdad pueden resonar también aquí aquellas palabras sobre los niños caprichosos que ante una música alegre no se alegraban o una triste no se entristecían. Prevalece en nosotros ese empeño por cerrarnos en nosotros, y así vamos desencadenando una secuela de desencuentros que alimentamos. Ante esa naturalidad  con que esas actitudes se generan en nosotros no nos es difícil sentir que tu palabra en ocasiones va contra lo que parece nuestra naturaleza y se nos haga cuesta arriba o la podamos desechar. Y es algo tan sutil y tan cargado de motivaciones y razones que nos podemos mantener en ellas desde una aparente lógica, y llamemos bien a lo que es mal o justifiquemos un sinfín de actitudes que nos separan. Señor, ayúdame a mantener la lucidez y el sentido común. Ayúdame a empeñarme en la búsqueda del bien y alegrarme de él. Ayúdame a mantener viva la conciencia de la fuerza interna de nuestra capacidad, de nuestra voluntad para hacer y acoger lo bueno. A veces tendrá que ser fruto de una lucha conmigo mismo, ayúdame a realizarla y mantenerla.

           

 

CONTEMPLACIÓN:                  “Cuántas veces”

 

 

Cuántas veces

mi mirada se ha hecho turbia

ante mi corazón dolorido

y ante el empeño

de cerrar los ojos

a mi propia realidad.

Cuántas veces

he visto negro

lo que era blanco,

y he mantenido mi no

ante lo que sabía

que era un sí,

y mi cegaba el orgullo.

Y tu mirada me abre los ojos

y tu corazón serena el mío;

 tu palabra ilumina mis pasos

y tu vida me enseña el bien,

lógico, imparable, gozoso,

como un abrazo

de lo humano y lo divino

que late en mí.

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