Semana 19 Sábado

TIEMPO ORDINARIO

 

Sábado 19º

 

 

LECTURA:               Mateo 19, 13-15”

 

 

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban.

Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí.

 

 

MEDITACIÓN:             “Acercarse a mí”

 

 

            Tengo que reconocer que este texto me suscita muchos sentimientos. Además de parecerme encantador me resulta tremendamente interpelador desde muchos ángulos. Y, además, tremendamente actual.

 

            Y es que hoy estamos cayendo en la misma actitud de los discípulos. Estamos impidiendo, unos conscientemente y, otros veladamente, y sin otear todas las consecuencias, que los niños se acerquen a Jesús. Muchas veces, y tocando un tema concreto y muy actual, hacemos la afirmación de que muchos niños hacen un día concreto, su primera y última comunión. Echamos la culpa al ambiente, y no sé si estamos siendo capaces de descubrir la parte directa, directísima, que tenemos nosotros.

 

            El ambiente hostil a la fe lo sabe hacer muy bien y está, o da la sensación, ganando la batalla. Pero lo triste es que lo consigue con nuestra ayuda, porque terminamos creyendo que tienen razón, nos acomplejan. Nos dolerá o no reconocerlo, pero es así. Muchos se medio burlan, o sin el medio, de que la iglesia se está convirtiendo en un reducto de niños y de ancianos, y no se dan cuenta, no nos damos cuenta, de que en ellos tenemos lo mejor. Sí, tenemos lo mejor, aunque también nos  moleste reconocer esto, a nuestra capacidad de adultos que manejan el resto de la vida.

 

            Que en los niños tenemos lo mejor basta con que escuchemos a Jesús hablarnos sobre ellos. Y sin romanticismos ni sentimentalismos ñoños, tenemos en ellos, todavía, la mejor acogida, la receptividad, los mejores deseos y sueños, todo el potencial de vida y de futuro y, sin embargo, no volcamos en ellos todo nuestro empeño, nuestra estrategia, aunque suene mal esta palabra, para poner los mejores medios y las personas mejor preparadas, para ellos. Es verdad, que tenemos que trabajar con la entrega generosa de los cristianos que hacen donación de lo que son y tienen, pero sabemos que hoy no basta con eso. No basta con sólo buena voluntad, aunque haya que partir de ella. El ambiente, y muchas veces las propias familias no ayudan, sino al contrario, aunque parezca una contradicción, pero es así en muchos casos y, todo ello, va haciendo que se impida a los niños acercarse a Jesús. Y son su tesoro y el nuestro.

 

            Lo mismo que los ancianos. Es su permanencia en la fe, en la iglesia, lo que nos habla de lo que perdura a través del paso de nuestra historia. Ellos tienen la suficiente experiencia para valorar lo que perdura, lo que hace bien, lo que construye a la persona, a pesar de los fallos, errores y pecados. Y su permanencia nos habla, no de un último reducto de seguridad, como a muchos les interesaría afirmar, sino la reafirmación de que con la fe se puede caminar hasta el final, mientras otras muchas cosas se pueden quedar y se quedan por el camino, por importantes que nos puedan parecer. Ellos son un estímulo y un ejemplo, si no estuviesen ahí, si hubiesen abandonado, no tendríamos  a dónde mirar, la fe sería entonces sí, sería cosa de niños, pero no algo serio y esencial para hacer el camino de la vida hasta el final. Ellos dan forma y hacen verdad la esperanza de los que vamos detrás.

 

Nos podemos fiar de la bondad de acercarnos todos a Jesús. Que nada ni nadie consiga apartarnos de ese deseo, y pongamos los medios que hoy necesitamos para hacerlo posible. No es un juego de niños, es el valor profundo del hombre, de la vida y de Dios lo que se juega. Y ahí nuestra fe tiene que dar una nueva vuelta de tuerca para afirmarse.

 

           

ORACIÓN:            “Tener lucidez”

 

 

            Señor, acercarse a ti no es cosa de niños, es cosa del ser humano entero, desde su comienzo hasta su final. Eso es lo que debíamos tener claro y, a veces, me da la sensación de que no es así, por eso se nos escapan los momentos intermedios de nuestra vida sin darnos cuenta de que eso quita fuerza a todo el conjunto. Si no reconocemos tu centralidad, si no sentimos con toda la fuerza, sin fisuras, que tú eres el sentido de la vida y de la historia, todo lo demás lo vivimos y hacemos a medias.  A veces tengo la sensación de que vemos los medios que utilizamos como una serie de actividades con las que llenar o justificar nuestro quehacer, en lugar de esa llamada radical de anunciar el evangelio a toda la creación, poniendo en juego toda la fuerza, el coraje y la creatividad de nuestras vidas. Nos hemos olvidado o preferimos, tal vez, no verlo así, para justificar nuestras medianías, que otros están poniendo toda su fuerza y todos los medios a su alcance para vencernos. Señor, no es cosa de alarmismos ni dramatizaciones, ni de verlo todo negro, se trata de objetividad, de saber dónde estamos, de tener lucidez y de descubrir, antes que lo negro, toda la fuerza de luz que tenemos en ti, que hemos experimentado de ti, para poder llevarlo con gozo, con fuerza, con convencimiento y decisión. No significa que es tarea fácil, es saber, sencillamente, que es nuestra tarea porque brota, o debe brotar, impetuosa, de lo más hondo de nuestro ser de creyentes. Ayúdanos.

           

 

CONTEMPLACIÓN:                “Acércate”

 

 

Acércate,

acércate y acaricia mis deseos,

mantén en mí esa llama

que sólo tú puedes encender.

Acércate,

con el sigilo y la fuerza

de la brisa que refresca

el rostro de la vida

y la hace vivible

ante tantas agresiones

que tratan de agrietarla,

de endurecerla,

de oscurecerla.

Acércate

y quédate a mi lado, conmigo,

siempre.

 

 

 

 

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