Domingo 16 T.O. C

publicado en: Domingos T.O. Ciclo C, Lectio divina diaria | 0

TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

 

DOMINGO 16º

 

 

LECTURA:               Lucas 10, 38-42”

 

 

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» 

Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.» 

 

 

MEDITACIÓN:                “A los pies del Señor”

 

 

            No vamos a caer en la tentación habitual de separar vidas o de decir que es mejor o peor en cuanto a las actitudes de los momentos en que estos personajes se encuentran con Jesús, porque ni es la intención el evangelista ni lo que pretende Jesús. Pero no cabe duda de que esta situación concreta, en la que seguramente estaban interviniendo diversas circunstancias, nos quiere recordar algo que tanto María como Marta, habían descubierto en su relación con Jesús, como nos lo pondrá de manifiesto en otros momentos de esos encuentros.

 

            Y de todo ello me quiero quedar con algo tal vez accidental en su forma pero central en su sentido profundo que tenemos que aprender. María nos enseña la actitud del discípulo, que escucha y aprende a los pies del maestro. El discipulado comienza a los pies de Jesús, en el trato sereno con él, en la escucha atenta. Es así como se ponían los discípulos de las escuelas alrededor del maestro, como aprendían y entraban en sintonía con él.

 

            Y esto es lo que a veces nos falla. Tendemos a querer ser discípulos saltándonos la escucha, sin esa relación cercana y serena del tú a tú que  nos permite conocer no sólo la palabra del maestro sino a él mismo. El aprendizaje no sólo llega a través de mensajes teóricos por muy buenos que sean. Y eso sirve para cualquier escala de aprendizaje. Si hay una sintonía vital con el profesor la asignatura entra mejor y se coge con agrado, ayuda a trabajar y ahondar. Si la relación no es buena, y seguro que lo hemos experimentado o escuchado muchas veces, si no hay sintonía vital, la asignatura se convierte en desagradable y costosa, y hasta se suspende.

 

            Jesús engancha siempre con todos en esa cercanía vital del tú a tú. Lo hace de modo especial con todos sus discípulos. Tanto es así que cuando en la primitiva Iglesia comienzan los repartos de tareas, los apóstoles se dedicarán a la oración y al anuncio de la palabra. Y es que solo se puede anunciar lo que se aprende a los pies de Jesús. No somos portadores de nuestra palabra sino de la suya. La mies y el trabajo siempre será mucho pero, cuanto más sea, más necesario será siempre partir iluminados por la luz, la fuerza y la paz del maestro a quien hay que anunciar. Porque, al final, no vivimos ni anunciamos un mensaje desencarnado sino encarnado en la persona de Jesús, plasmado en nuestras personas y en nuestra palabra.

             

           

ORACIÓN:                “Siempre estás ahí”

 

 

            Sí, lo sé, Señor, la única manera de aprenderte es a tus pies pero, a veces nos cansa  ese estar contigo pero aparentemente sin ti. Nuestra materialidad nos condiciona y, a veces, nos puede. Pero eso no pone de manifiesto sino que necesitamos potenciar ese encuentro, que necesitamos experimentar la cercanía de tu presencia, que tenemos que hacer posible ese encuentro al que tú no faltas nunca, para que tu palabra me impregne, para que todo tú te hagas cada vez más imprescindible más vital. Porque nunca será igual aprender de ti que contigo; nunca podré saborear el calor de tu presencia si no es a tu lado, nunca podré saber lo que es amarte sin haber sentido el latido cercano de tu corazón junto al mío, nunca podré decir quién y cómo eres si no he respirado vitalmente junto a tí. Gracias porque siempre estás ahí,  gracias porque no te cansas nunca de esperar. Gracias por amarme así.

          

 

CONTEMPLACIÓN:                 “Me amas”

 

 

Me esperas,

me hablas,

me enseñas,

me miras,

me llamas,

me amas.

Te miro,

te escucho,

aprendo,

te amo.

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