TIEMPO ORDINARIO
JUEVES 9º
LECTURA: “Marcos 12, 28b-34”
En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se abrevió a hacerle más preguntas.
MEDITACIÓN: “El único Señor”
Para actuar de una manera determinada hay que saber dónde estamos situados, conocer de alguna mera el punto de partida, porque si no podemos construir en falso. En este caso para amar, hay que saber a quién amamos, y en qué situación está frente a otras realidades, porque no es lo mismo amar a alguien que tenemos muy cercano que a alguien que no conocemos o con el que no tenemos ninguna relación o, incluso, podamos llevarnos mal.
Por eso, el punto de partida de este texto, que nos marca el núcleo de nuestra realidad de creyentes, el amor, nos sitúa previamente ante el “objeto” de nuestro amor, y que no es otro que Dios, el único Señor. Y aunque ya lo sabemos en teoría, como tantas otras cosas, es muy importante, es primordial, que nos situemos ante esta realidad que, al afirmar eso de Dios, está implícitamente haciendo otras afirmaciones que se desprenden de ella y que se nos cruzan fácilmente, inconscientemente, en el camino de nuestra vida, de nuestras relaciones con los otros, incluso con las cosas que forman parte de nuestra realidad condicionada.
Para nosotros es claro, y no podemos entrar aquí en otras disquisiciones. Hay Dios, creemos en Dios, el Dios que se nos ha manifestado en Jesús, que es el único Señor, creador del cielo y de la tierra, y del hombre, por puro amor, y que, por puro amor nos ha salvado. Por ello nuestra respuesta es la de amarle, el primero, con todo nuestro ser. Tener clara esa prioridad es central porque de ella va a partir el segundo mandamiento que se vuelca en el prójimo y, sin el cual, el primero queda desencarnado.
Tener esa prioridad es importante también porque nos recuerda algo muy importante y que es nuestro caballo de batalla. Si Dios es el único Señor, ya no hay más señores. Nadie se puede erigir como Señor sobre nadie, todos somos iguales, hermanos, llamados a servirnos mutuamente, a lavarnos los pies, todos a los pies de todos, nadie sobre nadie, ni bajo nadie.
Sabemos que hoy tenemos una lucha abierta. Todavía hay demasiados señores que aplastan y oprimen. Todavía en nuestros corazones hay algo que nos lleva o nos tiende a situarnos por encima de los otros, y para ello aprovechamos cualquier cosa o circunstancia. Y todavía hay, también, muchas cosas que nos esclavizan y que les damos poder sobre nosotros, y nos terminan apartando del único Dios y de los hermanos.
Oír hablar sobre el amor es muy bonito, pero hacerlo realidad conlleva una batalla dentro de nuestro propio corazón primero, y frente a otros señores después. Y es que al final, como casi todo, el amor hay que conquistarlo. Es la lucha que mantiene nuestra fe y nuestra esperanza. Si mantenemos claro el principio, si Dios es el único Señor, la batalla está ganada.
ORACIÓN: “Eres el primero”
Señor, sí, tú lo sabes, a veces se nos olvida, no sólo te relegamos sino que a veces te olvidamos o, al menos, olvidamos el orden de prioridades, y hasta olvidamos el mensaje. Creo que todavía nos cuesta aprender lo que es elemental, a pesar de que nuestra experiencia nos muestra bien las consecuencias de no hacerlo, de no vivirlo, de relegarte. Todavía nos cuesta reconocer que cuando tú, sólo tú, eres el primero, ocupas el primer lugar, es entonces cuando las demás piezas encajan, cuando el resto funciona, cuando el amor se empieza a hacer visible, universal y gratuito, sencillamente porque se vuelca desde ti, se alimenta en ti. Señor, ayúdame a no olvidarlo, dame fuerza para vivirlo, gozo profundo para disfrutarlo y comunicarlo.
CONTEMPLACIÓN: “Amor que arde”
Eres la fuente
de donde mana
la fuerza de la vida.
Eres la raíz
que alimenta de savia
mis flores y mis frutos.
Eres la roca firme
en la que puedo apoyar
el tronco de mi ser.
Eres el aire fresco
que vivifica mis pasos,
y el susurro profundo
que da ritmo a mis latidos.
Eres la caricia eterna
que sostiene mis sentidos
y el amor que arde
en mis entrañas frías,
para derramarse como cera
y abrazar cálidamente
a todo lo que alcanza.
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