TIEMPO ORDINARIO
Sábado 7º
LECTURA: “Marcos 10, 13-16”
En aquel tiempo, presentaron a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios.
Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
MEDITACIÓN: “Dejad que los niños se acerquen”
Siempre da la sensación de que al acercarnos a este texto nos encontramos con un momento idílico, superficial. No forma parte de esos textos que se repiten en muchos momentos porque parece que no tiene mucha “enjundia” para nuestra vida. Es una especie de anécdota de un día de fiesta y de tranquilidad en la que Jesús se pudo dedicar a juguetear. Y puede ser que fuese así, pero en ese jugueteo infantil Jesús nos deja un mensaje nuclear, y que si no sabemos apreciar ni traducir, es porque ya hemos perdido la capacidad de la naturalidad y la sencillez, y donde tocar el tema de los niños es rebajar nuestra supuesta adultez.
Parece que somos los adultos quienes tenemos que enseñar a los niños, y es cierto, porque si además lo hacemos mal, haremos malos hombres, y si lo hacemos bien, ayudaremos a potenciar buenas personas. Pero en ese caso Jesús nos invita a más, a mirarlos como referenciales. Sí, también nosotros tenemos que ser capaces de aprender de ellos. Más aún, incluso ver en ellos modelos, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos, casi nada.
Hemos barajado muchos valores para ver en qué hemos de imitarles, pero pienso que no son en sus valores, que son limitados, condicionados y hasta inconscientes cuantos más pequeños son, y aquí parece que lo son, en los que nos tenemos que fijar. Es algo menos concreto y más total. Si algo tiene el niño es que cuando se siente seguro se fía, se acerca, si no se escapa o llora. El pequeño confía en las manos que le sostiene, mucho más si son de su padre o madre, se siente seguro, sabe que no le van a hacer daño. Y esa es la seguridad que nos pide la fe. La seguridad de que en las manos de Dios no hay riesgo, sólo nos puede venir protección, bien. Desde ahí nos podemos sentir fuertes y afrontar la vida, porque Dios está de nuestra parte. Por eso Jesús puede hacer esa afirmación. Por eso un niño nos puede enseñar y recordar nuestra confianza plena en Dios. Abrirnos a su amor y devolverle amor.
No hay miedo. Jesús no nos pide hacernos infantiles, creo que está bien claro a lo largo de su vida y mensaje. Hay que trabajar y luchar la vida, porque no es fácil, y hacerlo con toda la fuerza de nuestra madurez en crecimiento. Pero si en ese trabajo acogemos el Reino de Dios con esa confianza, con esa seguridad, el camino y la lucha adquiere una dimensión totalmente diferente. Por eso, sigamos acogiendo y alimentando nuestra fe convencida, maduramente y confiadamente. Y dejemos que los niños y nosotros con ellos nos acerquemos cada vez más a él, aunque siempre haya quien lo quiera impedir.
ORACIÓN: “Mantener mi confianza”
Siempre me ha gustado este texto, Señor. Me ha parecido denso y serio, a pesar de su cordialidad. Y al mismo tiempo consolador. Sé de quién me puedo fiar, como decía Pablo. Y te doy las gracias porque todo ello no supone rebajarme, no supone renegar de mi crecimiento, de mi madurez, si no de descubrir en todo mi proceso la importancia de la confianza, ese valor del que si los hombres prescindiésemos nos sería imposible vivir. De hecho, Señor, muchas veces los acontecimientos y las experiencias de nuestra vida nos llegan a tentar en cerrarnos a los otros y en hacernos cada vez más desconfiados ante tantas situaciones de desengaño y dolor. Por eso, Señor, ayúdame a mantener mi confianza apoyada en ti, como tú la tuviste en el Padre Dios, porque en ti, como en él, sólo hay bien, solo hay vida, sólo hay fidelidad en el amor, y ahí está mi fuerza para seguir creciendo contigo y desde ti.
CONTEMPLACIÓN: “Quiero crecer”
Quiero crecer, Señor,
quiero crecer desde ti,
quiero apoyar mi vida
confiada en la tuya.
Quiero tocar los brazos
de tu amor firme y fiel,
y palpar el calor de tu vida
hasta hacer posible
que caliente la mía.
Quiero crecer, Señor,
en este misterio de vida,
acercándome a ti,
como a un padre o una madre,
como a un hermano y amigo.
Quiero crecer a tu lado, Señor.
Deja una respuesta