VIERNES III DE PASCUA
LECTURA: “Juan 6, 52‑59”
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre si: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
MEDITACIÓN: “Habita en mí y yo en él”
Sabemos que para muchos esto es inconcebible. Y no nos pilla de sorpresa. Sabemos que también lo fue para la mayor parte de quienes escucharon este mensaje de Jesús, tras del cual prácticamente se quedó solito, apoyado por el grupito fiel y frágil de siempre, pero firme en su convicción, aunque tuviese todavía que atravesar muchas purificaciones, las que a todos nos va poniendo la vida y la realidad de nuestras vicisitudes que nos enmarcan. No somos de piedra y, eso, tiene su vertiente negativa y positiva, porque hace que nuestras opciones tengan sentido y supongan tarea. La vida y las opciones no son nada hecho, automáticas, aunque nos gustase, y muchos nos lo exijan; pero no es así para nadie y, tal vez, tengamos que añadir que “gracias a Dios”.
Jesús nos quiere introducir en una relación mutua. Los que tratamos de andar con él sabemos que es así, que no se nos impone, que no nos coarta, que no aliena nuestra vida, frente a muchas alienaciones que nos quieren imponer a fuerza de decreto. Puede ser que nos esté faltando agilidad para responder a actitudes que nos rodean, pero no será por dejación o imposición, sino por tratar de no responder desde la superficialidad y comodidad e intereses que nos quieren marcar. Sería fácil hacerlo, nos evitaríamos muchos contratiempos. Puede ser que hasta alguno se animase a no abandonar, pero cuando los intereses que vemos que se manejan son tantos y tan fáciles, de negar por sistema y de rechazar todo lo que interpele y cuestione, y nos adentre en las lindes de nuestra dignidad, la tarea no resulta atractiva, según parece ser.
Desde todo ello, nos descubrimos invitados a esa inmersión de voluntades. Dios que se quiere adentrar, incomprensiblemente, en nuestra realidad humana, y nuestra posibilidad, abierta por él, de introducirnos en su realidad divina. Dios humanizado y hombre divinizado que se dan la mano, que se hacen uno para experimentar que no hay separación, que es esa totalidad la que nos hace capaces de sentirnos inmersos en un proyecto de ser humano y divino capaz de humanizar nuestras relaciones.
Como decíamos estos días, puede parecer un sueño imposible, una utopía, pero posible mientras entre en los planes de este Dios que se nos ha manifestado en Cristo. Porque en él nos hemos asomado al rostro de un Dios impensable por nuestra mente, tal vez es lo que nos desconcierta. Preferiríamos que fuese lejano, para no implicarnos, milagrero para facilitarnos las cosas; indiferente para no interpelarnos; pero se nos ha hecho don, amor gratuito, y eso nos asusta y nos molesta, por eso es mejor eliminarlo o prescindir de él. Frente a ello, él, empeñado en habitar en mí; y, yo, empeñado en habitar en él, porque es lo único y el único que me aporta sentido de vivir con la cabeza levantada. Y ahí, en esa afirmación y en ese deseo mi fe se refuerza.
ORACIÓN: “Construyendo hombre”
Señor, me desbordas. Es normal que nos cueste entrar en tus designios de amor. Tal vez es porque todavía no sabemos lo que es el amor. Sabemos lo que es el juego, pero el amor, da la sensación de que no, al menos para muchos. Por eso nos sorprenden y nos desbordan tus afirmaciones que no tienen sino eso, el lenguaje del amor, el que se dirían dos enamorados sin riesgo de sentirse preocupadamente alienados, sino felices de poder experimentarse así. Pero ¿dónde está hoy el amor que parece que no somos capaces de garantizar ni por tres meses? Por eso, Señor, gracias. Gracias porque podemos seguir escuchando y experimentando la certeza de un amor total, eterno, liberador, igualador. Ni el tuyo por encima ni el nuestro por debajo, aunque sepamos de nuestra inconstancia, los dos por igual, construyendo hombre, construyendo historia, y eso para mí es fuente de vida, tarea, proceso, gozo y camino de felicidad. Gracias, Señor, por ese milagro que has hecho posible en mí.
CONTEMPLACIÓN: “Un corazón capaz”
No soy un autómata
dirigido por leyes externas
que marcan el ritmo
obligado de mi existencia.
Ni la respuesta voluble
del que camina arrastrado
por los vientos que soplan.
Soy un corazón capaz
de responder desde dentro
a la fuerza y la belleza del amor
que se desprende de ti;
al calor de la vida que alimenta,
y al deseo que fragua el bien,
abierto a la aventura
de una esperanza que no acaba,
porque empieza y culmina en ti.
Deja una respuesta