Semana III de Pascua – Martes 2

MARTES III DE PASCUA

 

 

 

LECTURA:              Juan 6, 30‑35”

 

 

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.»»

Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan. Jesús les contestó: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

 

 

MEDITACIÓN:              “El pan de la vida”

 

 

            El pan es el elemento básico de nuestra alimentación que no puede faltar. Incluso en ciertos ámbitos o situaciones se puede prescindir de todo menos del pan. Desde ahí podemos decir que el pan es lo que sustenta nuestra vida material. Todo lo que se pueda añadir al pan estupendo, y si no lo hay que no falte su base.

 

            Desde ahí nos es relativamente fácil hacer el salto para entender lo que Jesús nos está ofreciendo al hablarnos de él. En Jesús tomamos base, sin él nos falta lo esencial para vivir. Podemos prescindir de todo si no nos falta el pan, pero si falta, todo lo demás queda incompleto.

 

            Jesús se nos presenta como el pan de la vida, pero ya no material, sino como esa realidad básica, elemental, punto de partida, donde apoyar y construir nuestra vida, nuestra existencia. Si prescindimos de Cristo, y lo experimentamos en nosotros y en  nuestro entorno, la vida se nos difumina, la convertimos en mera materialidad, la reducimos a su expresión más material, le quitamos su potencial, su capacidad, su horizonte, su dignidad, su ámbito de infinito.

 

            Desde Jesús la vida se nos transforma en eterna, se nos abre a horizontes que nos desbordan, nos permite descubrir ese potencial interior que el Espíritu recrea en cada uno de nosotros y que nos abre a dimensiones de nuestra naturaleza que sólo desde él podemos vislumbrar.

 

            Lastima que a veces nos quedemos sólo en el querer y desear. Lástima que a pesar de recibirle, de comerle en su palabra y en su eucaristía, nos dé miedo “volar” y sigamos seducidos por las realidades que menos nos afectan y comprometen, y nos refugiemos en el ámbito de la teoría, que ni responde a lo que decimos querer y a lo que muchas esperan de  nosotros.

 

            Pero en esa realidad condicionante, Jesús nos sigue saliendo al camino de cada día con su oferta de vida y, descubrirle, sentir hambre de él, de lo que nos puede saciar la totalidad de nuestro ser, es una de las mejores experiencias y ofertas que podemos recibir.

 

Tal vez no estamos preparados para ello. Tal vez prefiramos alimentar nuestra mera materialidad, aún experimentando las consecuencias de lo que pasa cuando se nos seca el corazón y la sensibilidad para despertar los valores. Por eso hagamos lo posible para que la Pascua mantenga vivo e ilusionado este deseo y esta tarea. Que este año de la fe siga siendo el recordatorio, el empuje y la fuerza para adentrarnos en él.            

 

 

ORACIÓN:               “Esperando en mí”

 

 

            Señor, puedo afirmarlo por doble experiencia de acogerte o de mantenerte al margen. Sí, porque así es muchas veces mi respuesta. He sentido lo que es acogerte como el pan que fortalece los pasos de mi andadura, y he sentido también lo que supone caminar al margen de ti, y hasta intentar hacerlo combinando ese querer y no querer que a uno mismo le da rechazo porque experimenta que no juega limpio. Por eso, no puedo menos sino darte gracias, como siempre, porque sigues en tu empeño, porque sigues ofreciéndome tu palabra, tu vida, porque sigues haciéndome oferta de tu amor, oferta de totalidad, de vida, de vida que me enriquece, que me desborda y que me cautiva. Gracias, Señor, por seguir creyendo y esperando en mí.          

 

 

CONTEMPLACIÓN:                 “Tu vida”

 

 

Me llegas cada día

como pan tierno y caliente;

como flor que se abre

despertada por la brisa suave;

como horizontes de cielo

iluminados y calentados

por los rayos de un sol

que empuja mis sentidos.

Y todo se hace vida,

vida regalada y trabajada,

vida que se eleva de su suelo,

y que, como un arco iris de esperanza,

me descubre la belleza de tu rostro,

la fuerza irresistible de tu vida,

que anhelo que sea mía.

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