TIEMPO ORDINARIO
Lunes 2º
LECTURA: “Marcos 2, 18-22”
En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús. Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan.
¿Por qué los tuyos no? Jesús les contestó: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto─lo nuevo de lo viejo─y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.
MEDITACIÓN: “Tienen al novio”
Esta es la gran afirmación que tal vez se nos escapa. Tenemos al novio. El novio, el esposo, como se define a sí mismo Dios en el Antiguo Testamento, se ha hecho presente. En muchas parábolas Jesús nos presentará la imagen del novio, de los desposorios que Dios quiere realizar con la humanidad, para hacerse uno con nosotros, para hacer de nuestra vida un proyecto común con él.
Todavía aquellos discípulos de Juan, ni siquiera los del mismo Jesús, habían captado la realidad de la persona de Jesús. Él ha venido a consumar esa unión que desde el cielo parecía más difícil poder realizar. Todo está preparado para hacer posible esa unión, pero la dificultad de acogerle se va a poner constantemente de manifiesto.
Pero esta es la gran noticia, “tenemos al novio” ya no hay que ayunar para que venga, como lo entendían aquellos judíos. No, no significa que ya tengamos que desechar los ayunos, pero tienen otro significado. Serán un medio que nos ayude a recogernos, a hacernos accesibles y acogedores, a sentirnos solidarios, a ayudar a que nuestro cuerpo y nuestro espíritu tenga más hambre de Dios. Pero la gran noticia, repitámoslo, es que el novio, el esposo, está con nosotros, su encarnación ha sido su sí definitivo, esperando la respuesta del nuestro.
Muchas veces, en nuestra pobreza, en nuestra humanidad limitada y condicionada, podremos no experimentar su cercanía; igual que un enfermo no es capaz tal vez de ser consciente de la persona que le quiere y que está a su lado. Pero Dios sigue a nuestro lado, y no sólo en espera pasiva. Aunque no fuerce nuestra acogida, su amor sigue siendo esa fuerza misteriosa y profunda que nos sigue atrayendo hacia él. Y saberlo debe ser motivo suficiente para seguir poniendo lo que esté de nuestra parte hasta alcanzar definitivamente esa unión de amor a la que nos llama.
ORACIÓN: “Atraernos a ti”
Señor, gracias por tu amor. Gracias por ese desconcertante empeño por atraernos a ti, por querer vincularnos a ti. Gracias por ese amor incomprensible del creador con su creatura, mejor, del Padre con sus hijos. Todavía, Señor, a mi fe le falta la fuerza, el deseo, el empeño, el amor necesario para entenderte, para desearte, para vivirte, para vincularte a mi vida, a mi caminar. Todavía no he descubierto la fuerza que emana de ti y que no limita ni condiciona mi vida, sino que la despliega en toda su potencialidad. Señor, lo mismo que rasgaste los cielos para encarnarte, rasga mi pobre corazón y penetra en él, hasta hacerlo tuyo, hasta hacerlo como tú.
CONTEMPLACIÓN: “El mismo amor”
No me miras desde arriba,
me miras desde dentro.
No caminas detrás,
caminas a mi lado;
compañero de camino,
amigo del alma.
Y quieres caminar
con mi mismo paso,
con el mismo latido,
con el mismo amor;
hecho uno en ti,
hecho uno en mí.
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