Dia 2 enero – 2

TIEMPO NAVIDAD

 

Día 2 enero

 

 

LECTURA:              Juan 1, 19‑28”

 

 

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» El confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: «No.» Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta  Isaías.»

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de  mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

 

 

MEDITACIÓN:              “En medio de vosotros”

 

 

            Hemos pasado los días más intensos de la Navidad y las lecturas de estos días nos van a ir preparando para el inicio de la vida pública de Jesús, de ahí que volvamos a encontrarnos con el Bautista, como en una especie de segundo adviento que nos encauza hacia una manifestación paulatina de Jesús que culminará en su bautismo.

 

            Pero todavía, y dirigidos por este personaje, vamos a seguir saboreando el mensaje nuclear de este tiempo. Ante él, como todo lo que tenemos riesgo de convertir en rutina de repetición, podemos situarnos como algo ya sabido, que ciertamente lo es, pero que no crea ninguna llamada o entusiasmo especial, como si fuese la cosa más natural de mundo, o  como ese acontecimiento desconcertante, ante el cual es imposible acostumbrarse, para dejarnos emocionar, seducir e interpelar por él. Dios, nada menos que esa realidad misteriosa y desbordante, creador de ese cosmos infinito y maravilloso que todavía no podemos explicar ni alcanzamos a conocer más que en una ínfima parte, y creador de cada uno de nosotros, se ha encarnado. Y no por un capricho divino.

 

Si es cierto que este Dios se ha encarnado es porque lo que está en juego es mucho. Dios no ha jugado a ver qué se siente siendo humano. Ha venido a decirnos que no es simplemente una fuerza, una energía ingente creadora. Ha venido a decirnos en nuestro lenguaje, en Jesús, que es como un padre o una madre. Que nos ama. Que nos ha creado para ser felices y eternos, y que quiere que ya desde ahora lo experimentemos, nos preparemos para vivir ese gran acontecimiento que nos vinculará un día para siempre con él en la plenitud de nuestro ser humanos que ahora y aquí empezamos a forjar. Y también que si no lo acogemos, en nuestra libertad, podemos frustrar en nosotros ese proyecto de plenitud de su amor salvador.

 

            Sí, es tan grande e increíble que lo podemos rechazar. Es tan concreto y comprometido que lo podemos eludir, es tan humano que lo podemos matar con el riesgo de morir con él, frustrando nuestra propia realización. Lo estamos palpando, cuando rechazamos a Dios, su realidad, no la que malamente somos capaces de expresar, la que se nos ha manifestado en Jesús, terminamos quebrando nuestros lazos de humanidad, y eso asusta cuando vamos experimentando sus consecuencias en nuestra historia.

 

            Dios está en medio de nosotros, está con nosotros, sigue empeñado en iluminarnos, sigue empeñado en ofrecernos su salvación, su amor, para hacerlo nuestro, para encarnarlo con él, para humanizar nuestro camino.

 

           

 

ORACIÓN:                “Testigos coherentes”

 

 

            Qué triste es cuando algo grande y bueno lo convertimos en rutina. Qué fácil es aprovecharse o dormirse en los laurales cuando llegamos a creer que todo vale y que como Dios es bueno todo lo pasa. Y no, no es el problema Dios, cuando pensamos así el que paga las consecuencias no es Dos, somos nosotros. El problema de eliminar a Dios o banalizarlo no es que lo desfiguremos o prescindamos de él, el problema es que  nosotros ocupemos su puesto. Y  no hace falta imaginarse las consecuencias porque las hemos visto y las seguimos viendo. Es cierto, Señor, que hemos cometido muchos desmanes amparados en tu nombre, pero esa no es tu culpa, es la nuestra. De la misma manera se han hecho maravillas y se siguen haciendo en tu nombre. Por eso, Señor, necesitamos repetir y actualizar tu mensaje, y hacernos testigos coherentes de él, como lo fue Juan. De nuevo tenemos que asomarnos al inicio de esta historia para descubrirte en tu empeño sin las impurezas que nosotros le hayamos podido añadir, y ahí sólo descubrimos tu historia de amor, tu fuerza y tu impotencia, si cabe la palabra, ante nuestra libertad. Señor, que al mirarte de nuevo así reavive tu llamada y mi respuesta, de manera que en mí te puedan ver encarnado, aunque sea veladamente, a ti.

    

 

           

CONTEMPLACIÓN:               “No eres eco”

 

 

No eres eco lejano,

eres voz y palabra,

risa y llanto, amor

 de Dios encarnado,

fuerza que abre puertas

e ilumina caminos,

y pone color y calor

despertando sueños

y anhelos escondidos

en los huecos de la peña

dura de mi corazón.

No, no eres eco hueco,

eres ternura, vida abierta

en mis entrañas secas,

cayado y mano tendida,

mi origen y mi meta.

 

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