Semana 34 viernes B

TIEMPO ORDINARIO

 

Viernes 34º

 

 

 

LECTURA:             Lucas 21, 29-33”

 

 

 

 

En aquel tiempo, puso Jesús una comparación a sus discípulos: Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que la primavera está cerca. Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

Os aseguro que antes que pase esta generación, todo eso se cumplirá.

El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.

 

 

 

MEDITACIÓN:                   “El cielo y la tierra pasarán”

 

 

            No nos podemos quedar en esta primera parte de la afirmación de Jesús, pero tampoco podemos obviarla. En principio parece clara y debíamos tenerla clara. Todo lo que vemos y palpamos es pasajero, incluidos nosotros, claro. Lo vemos cada día, y a nivel de mera materialidad no podríamos decir más. Todo es caduco y tiene fin, y se acabó. Se acabó si no somos capaces de escuchar o de asomarnos a nuestro interior, y dejar que resuenen todas las ansias de vida que llevamos dentro y, mucho más, si no queremos escuchar la palabra que se nos ha revelado en Jesús de parte de Dios.

 

            Y si muchas veces preferimos no escuchar más, desde dentro o desde fuera, es por miedo, sí, por miedo a enfrentarnos con todos los retos que surgen, y que preferimos acallar para que no nos inquieten. Las voces interiores, de nuestra conciencia y de Dios, son muy molestas, y si decimos que no existen, pues mejor que mejor. Y todos sabemos las afirmaciones que niegan un más adentro de nosotros y un más allá de nosotros. Es mejor poner un fin porque así podemos justificar todo lo que queramos, porque así todo vale, porque como no hay meta no hay camino, más que el que a cada uno le da la buena o mala gana de construir o pisotear.

 

            Y, sin embargo, es curioso. Al mismo tiempo que se pretende vivir ese “carpe die”, ese “comamos y bebamos que mañana moriremos”, cuando la realidad trunca una vida joven, todo se desmorona, como si pareciese imposible que eso pudiera suceder. Y es que, al final, llevamos las ansias de vida inscrita en lo más profundo de nuestra genética. Estamos hechos para la vida, para vivir, y no para vivir de cualquier manera, sino con dignidad humana.

 

            Pero ese salto, al final, sólo se puede dar desde la valentía de la fe. La filosofía nos puede alcanzar cotas altas de pensamiento y acercarnos a la divinidad, pero sólo Dios, y el Dios que se nos ha manifestado en Jesús, muerto y resucitado, es el que nos abre a las puertas de la vida plenificada, por gracia, porque sólo como donación suya podemos alcanzar cuando la ansiamos, cuando intentamos caminar hacia ella. Y esas palabras suyas, hechas vida en su vida, “no pasarán”, son palabras de vida eterna.

 

            Y desde ahí adquiere riqueza y sentido nuestra vida, nuestra historia, nuestro esfuerzo, nuestra lucha, nuestros anhelos, nuestros gestos y actitudes de bien, de humanidad. Y en medio de tanta confusión y superficialidad, o en medio de una realidad que nos quiere dejar a mitad de camino, los cristianos estamos llamados a ser portadores de esta, fe, de esta esperanza, y de todo el amor que los envuelve. Aprovechemos el año de la fe para adentrarnos en ello, para impregnarnos del amor de Dios que se  nos ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro único Señor, y para testimoniarlo con humilde intrepidez.

           

 

 

ORACIÓN:                   “Buscar dentro de mí”

 

 

            Señor, gracias porque nos ha abierto al sentido de la vida. Gracias, porque en medio de tantas incertidumbres que nos plantea la vida, en medio de tantas experiencias de desconcierto, en medio de tanto absurdo y de tanta fragilidad que generamos y palpamos los hombres, insertos en una realidad a la que no sabemos sacar todas sus posibilidades de bien, encerrados en nuestros intereses mezquinos o perdidos en lo insignificante, tú, sólo tú, nos sigues abriendo un camino de luz. Sólo en ti vislumbramos ese espacio salvador que nos rescata de nuestra insignificancia y de nuestra cerrazón interesada y limitada. Gracias, Señor, porque con tu vida, con tu muerte y con tu resurrección, me permites dar sentido al camino de mi existencia, muchas veces torpe, pero deseoso de emerger y de buscar dentro de mí la fuerza que tú has sembrado. Gracias, Señor, porque tus palabras no pasan, como tú no pasas. Que nada ni nadie consiga apartarme de ti.

 

 

                          

CONTEMPLACIÓN:                   “Camino y meta”

 

 

“Caminante no hay camino”

dice el poeta,

pero si hay camino,

tú eres el camino

y tú eres la meta.

Eres el camino a aprender

con empeño a seguir,

eres la meta deseada

y regalada que alcanzar.

Eres la fuerza y el empuje

de mi corazón y mis pies,

muchas veces cansados

y sangrantes de andar

por caminos que no son tuyos,

por caminos que no son tú.

Y miro a la meta y al camino

en los que estás, en los que vienes,

en los que me invitas a introducirme,

camino y meta,

en los que me encuentro

conmigo y contigo,

con todo y con todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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