TIEMPO ORDINARIO
Martes 29º
LECTURA: “Lucas 12, 35-38”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos.
MEDITACIÓN: “Como los que aguardan”
Es bonita la imagen, y más contada así en positivo, frente a otras en las que el Señor dibuja una actitud claramente negativa en el comportamiento de los “criados”. Es un ejemplo que entendemos muy bien porque a todos nos ha tocado esperar a alguien, y sabemos lo que supone estar preparados para cuando llegue la visita. Si es alguien positivo, a quien queremos, hay ilusión, detalles, todo el marco lo mejor posible preparado, la ropa, todo.
Sin embargo, cuando no se espera nada ni a nadie, el desinterés se hace más fácil, por muy detallista que sea uno, a la larga se van perdiendo ganas, y si no hay ninguna ilusión todo se va rutinizando de alguna manera, a veces sin pretenderlo. Necesitamos ilusiones, esperanzas que nos ayuden a poner en juego lo mejor de nosotros.
Y, ése es el problema ¿esperamos algo, esperamos a alguien, esperamos la llegada de Dios a nuestra vida? Y no solo de cara al momento de la muerte y de una esperanza en el más allá, sino en cada momento de nuestra vida, en el que Dios se quiere acercar a mí, de mil maneras, de mil rostros, de mil necesidades, de mi propia necesidad para ser mi fuerza, mi ilusión, mi sentido para la lucha del nuevo día.
Ésta es la hermosa invitación o llamada que Jesús nos hace hoy. Él viene, está viniendo cada mañana, cada momento, y vendrá un día definitivamente, no somos eternos aquí en la tierra, nuestra culminación creemos, por él, que está en la otra orilla de la vida. Y nos tenemos que preguntar si vivimos, si vivo, ceñida la cintura, en vela, preparado, dando lo mejor de mí, ilusionado en cada momento por la visita del “amigo” que viene a hacer el camino de la vida conmigo, que viene para estar conmigo, ahora y siempre, ¿es esto la fuente de mi esperanza, de mi alegría profunda, de mi lucha, de mis opciones? La afirmación repetida de Jesús es tajante, los que optan por vivir de esta manera son “dichosos”, felices. ¿Es así?
ORACIÓN: “Quiero que entres”
Señor, perdón y gracias. Perdón porque no vivo muchas veces en vela, ni tengo la cintura ceñida. Hay momentos en los que cuando quieres venir, ni te abro la puerta, y si la forzases encontrarías muchas cosas en mí “patas arriba”. Gracias por esperar pacientemente, gracias porque sigues llamando sin avasallar, porque sigues esperando y llamando con amor. Gracias porque siento que, en muchos momentos, ya me sirves con tu misericordia, con tu perdón, con tu amor de amigo, de padre. Sé que no puedo utilizar esa actitud tuya como disculpa para no estar nunca preparado, y sabes que lo deseo y lo intento. Señor sé que vienes, que estás viniendo y que vendrás, que has llamado y sigues llamando a la puerta de mi vida, y quiero que entres y quiero sentir tu abrazo.
CONTEMPLACIÓN: “Tu imagen”
Sí, vienes,
sé y siento que vienes,
que llamas a mi puerta.
Entra, entra y no te asustes
del desorden que veas,
y limpia y por tu orden.
Pon tu ilusión en la mía,
arroja lejos lo que no sirva
y devuélveme la luz,
la luz de tu rostro,
el latido firme de tu amor,
el abrazo de tu perdón,
el beso de tu misericordia,
la caricia de tu ternura
que sane mis heridas
y me devuelva el esplendor
de tu imagen en mí.
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