TIEMPO ORDINARIO
Viernes 12º
LECTURA: “Mateo 8, 1-4”
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Extendió la mano y lo tocó diciendo: ¡Quiero, queda limpio! Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.
MEDITACIÓN: “Si quieres”
A veces es impresionante ver la sencillez de los grandes gestos. Casi parece mentira que en un encuentro fugaz se pueda producir tal cruce de salvación y de sanación. Pero así eres tú cuando encuentras un corazón necesitado y sincero. “Quieres, quiero”, y en ese encuentro de voluntades se produce el milagro.
Y pienso que todavía no he sabido conectar con esa radical sencillez, Que todavía si pido es con desconfianza, por si acaso, porque quién sabe si al final hay respuesta, y entonces descubro que mi fe, mi confianza en ti, es de “por si acaso”, pero no de convencimiento.
No lo sé, Señor. Porque también hay veces que siento tu cercanía, y que empujas y alientas mi camino, y parece que todo se abre como una nueva etapa, como una nueva oportunidad. No sólo hay un momento de sanación en la vida, sino muchos encuentros sanadores y salvadores que nos permiten hacer el camino, a veces no sencillo, de nuestra historia.
Yo sé que sigues saliendo al camino de mi existencia una y otra vez. Sé que tienes motivos para pasar de largo, pero yo también tengo los míos para poder seguir diciéndote una y otra vez que “si quieres”, sólo, sólo tú, puedes sanarme, conmigo o a pesar de mí. Y tú sabes cuánto lo necesito, cuánto lo necesitamos.
ORACIÓN: “Lo mejor de mí”
Señor, mi oración no puede ir hoy más allá de la petición del leproso, y sé que me escuchas. Tal vez tu respuesta merezca en mí un retraso porque tenga todavía que experimentar algunas cosas, pero en medio de toda esa realidad, te digo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”.
Gracias también, sí, porque son muchos los momentos que me has permitido experimentar tu cercanía, que me has hecho vibrar y sonreír desde lo más íntimo de mí. Que mi realidad limitada no ahogue esos momentos. Que tenga la lucidez para asumir mis limitaciones e incoherencias sin que tú seas el perjudicado. Que si algo puedo comunicar a los otros, con todas mis fuerzas, es que tú sigues empeñado en ofrecernos lo mejor de ti, en potenciar lo mejor de mí.
CONTEMPLACIÓN: “Sáname”
No hace falta, Señor, que te llame,
para que sienta tus pasos cercanos,
tu mano extendida,
tu mirada profunda
y tu palabra dispuesta.
Un deseo ardiente
me acerca a ti,
y salgo a tu encuentro
avergonzado y temeroso
de no poder ofrecerte
más que mi carne enferma
y un deseo grande
de sentirme sano.
Ya ves que yo no puedo nada
ni siquiera sé si quiero.
Pero, Señor, lo necesito,
si tú lo quieres,
sáname y quedaré sanado.
Deja una respuesta