TIEMPO ORDINARIO
Viernes 11º
LECTURA: “Mateo 6, 19-23”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roen, ni ladrones que abran boquetes y roben.
Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo.
Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras.
Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!
MEDITACIÓN: “Donde está tu tesoro”
Es verdad, Señor. Y no me es difícil descubrirlo. Puedo en un momento dado asegurar muchas cosas a nivel teórico. Puedo manifestar con claridad cuál es la opción que he hecho en mi vida, al menos a nivel externo y teórico. Pero una cosa es hacer opciones con la cabeza y otras con el corazón, y con mi vida entera, de tal manera que ella esté marcada por la fuerza de esa opción.
Y tú me dejas que experimente el dolor de esa incongruencia, tal vez para que llegue a experimentar las consecuencias de esa división que se realiza en mi interior entre lo que anhelo, o quisiera anhelar de verdad, y todo lo que apegado a mi realidad condicionada por tantas cosas, me puede.
En medio de esa semisombra en la que a veces camino, tú sigues siendo continuamente ese punto de luz que me recuerda la línea del camino. Ese punto mantiene mi horizonte abierto y me señala mi meta, y permite que mi oscuridad vislumbre siempre la puerta de la esperanza.
En este caminar mío contradictorio tú me sigues manifestando tu mano extendida fiel, constante, y entre tropiezos y desvíos, entre aciertos y desaciertos, anhelo tu tesoro y persigo tu luz.
ORACIÓN: “Fuerza mi vuelta”
Perdona, Señor, la incoherencia de mi seguimiento, perdona mi fidelidad a medias, mis deseos mediatizados por tantas cosas, los caminos oscuros por los que a veces deseo hacer la travesía llevado por atractivos ficticios que sólo me terminan ofreciendo tristeza. Fuerza mi vuelta hacia ti, la que de verdad deseo.
Y gracias, gracias porque nunca te cansas de esperar y de llamar. Porque no dejas de ofrecerme tu amor y, porque desde él, me haces descubrir el sentido auténtico y profundo de mi existencia.
CONTEMPLACIÓN: “Tú sales”
Buscamos tesoros los hombres
que llenen nuestro vacío
y colmen de belleza
nuestros ojos.
y de cosas la vida,
aunque vacíen el corazón.
Mientras, tú sales
a nuestro encuentro
con las manos vacías
y el corazón repleto
de amor.
Y en ese calor humano,
y divino,
en esa luz encendida,
intuyo el valor
de mi existencia,
el sentido de mi historia,
la pobreza de mi entrega,
lo esencial de tu presencia.
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