TIEMPO ORDINARIO
Sábado 10º
LECTURA: “Mateo 5, 33-37”
En aquel tiempo, dijo, Jesús a sus discípulos: Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor».
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
MEDITACIÓN: “Sí o no”
Hoy hablamos mucho y hablamos mal. Es decir, la palabra tiene muy poco valor. Mentimos, engañamos, ocultamos, tergiversamos, prometemos, firmamos, damos palabras que no se cumplen, palabras que no se creen, aunque se digan, porque donde dije “digo”, digo “Diego”. Al final las palabras se las lleva el viento y se extiende una especie de indiferencia y de desconfianza general.
Insertos en ese clima de desconfianza, de no fiarnos de nada ni de nadie, de nuevo resuena tu palabra, esa sí, sellada y corroborada con tu vida, que nos invita a no hacer discursos, a no ser grandilocuentes, a no jurar y perjurar, sino a ser tan sencillos, tan sinceros, tan simples, que nuestro “sí”, sea un “sí”, y nuestro “no”, un “no”, y así pueda ser entendido siempre.
En esta dinámica de tu mensaje que estamos recordando estos días, de nuevo nos invitas a la sensibilidad, al cuidado, a la delicadeza, a la prudencia, a la honestidad, a cuidar delicadamente lo que está en la base de todo lo que hacemos y que está en el punto de partida de lo que puede desencadenar mucho dolor.
Y, al mismo tiempo, nos vas descubriendo y recordando, que la altura de nuestra humanidad no está en la capacidad que tengamos de grandes experiencias “espirituales”, sino precisamente en la capacidad de cultivar nuestros valores humanos. Porque es en el cultivo de nuestra realidad, donde se pone de manifiesto la grandeza que llevamos inscrita en nuestro ser hechura tuya.
ORACIÓN: “Trabajar la verdad”
Quiero ser como tú, aprender de ti. Me gustaría que mi palabra fuese así de sencilla y de auténtica. Pocas cosas me ayudan, pero tengo la más importante, que eres tú.
Perdona mis incoherencias, mis mentiras, mis medias verdades. Y dame el coraje de trabajar la verdad, Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Esperando”
Te acercaste a mí
con un sí,
y lo sigues manteniendo,
fiel.
Te respondí con un sí,
que fácilmente transgredo.
Y en esa respuesta,
tuya y mía,
seguimos los dos,
esperando.
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