Martes 5º

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MARTES V DE PASCUA

LECTURA:        Juan 14, 27‑31ª”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

MEDITACIÓN:        “Mi paz os doy”

 

            Tú, Señor, amas la paz, te hemos titulado con el nombre de “príncipe de la paz”, pero fuiste víctima también de la violencia, de la mentira, de los intereses políticos y … religiosos. Y a ellos respondiste no desde la violencia, sino desde el amor y el perdón. Nos enseñaste que la mejor forma de luchar contra la violencia es un corazón profundamente sereno, que lleva la paz asentada en él y, por eso, es capaz de descubrir que la mejor forma de luchar contra la violencia es romper el círculo inacabable de la violencia desde la respuesta serena que sólo puede llevar un corazón cargado de paz. Eso supone, o puede suponer, ser víctima, pero cuando uno es víctima así, la paz no sólo no se rompe sino que va creciendo, porque va rompiendo círculos de odio.

            No es fácil, pero tú gritaste la bienaventuranza de los pacíficos y de los pacificadores, y nos ofreciste el testimonio de tu paz. Es la que nos has dejado como muestra y como tarea a quienes queremos intentar seguirte. No es la paz que nace del equilibrio de poderes, ni de acuerdos de ningún tipo, que salta hecha añicos cuando estos se rompen fruto de tantos y tantos intereses.

            Tu paz es la que brota de un corazón auténtico, sencillo, noble, sincero, honesto, de un corazón que sabe dónde está asentado, que se conoce a sí mismo y reconoce la fragilidad humana, y por eso es un corazón con capacidad de comprensión, de disculpa, de perdón. De un corazón que ha descubierto que el amor, esa palabra que tanto vejamos y maltratamos, es la única fuerza capaz de construir con autenticidad y de sustentar el crecimiento de la humanidad.

            Ésa es la paz con la que tú viviste y, con la qué y por la qué, entregaste tu vida. Esa paz siempre será fecunda, aunque la maten, está llamada a la eternidad, Ése es el núcleo de tu resurrección, la invitación a meternos en esta corriente de vida con la convicción de que esta opción es fecunda e ilimitada.

ORACIÓN:          “Transmisor de tu paz”

 

            Cada día, en la eucaristia me ofreces, de un modo especial, el regalo de tu paz, de tu amor y de tu perdón que quieres arraigar en mí para que se proyecte por su propia fuerza allí donde me toca hacerme presente.

Permíteme, Señor, mantener vivo este anhelo. Que no pierda esa ilusión a la que me abres cada amanecer. Que ningún acontecimiento turbe esa paz profunda que está llamada a sustentar mis convicciones y mis acciones, mis palabras y mis actuaciones. Que pueda ser así trasmisor de tu paz, porque no es mía sino tuya. Sabes que yo me turbo con facilidad. Todos vivimos cierta inseguridad en todas nuestras relaciones. Que no me falte tu paz, para que sea fuente de paz, que sepa dar también así, como brotando, gratuitamente.       

CONTEMPLACIÓN:        “Te acercas”

 

Te acercas a mí

como primavera

que quiere hacer florecer

el tronco muerto

de mis anhelos.

Llegas como palabra serena,

como gesto de amor,

que toca la fibra profunda

del corazón y de lo sentidos,

para colmarla de paz

e inundarla de esperanza.

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